Llegó el Real Zaragoza a Los Pajaritos bajo un aguacero impresionante. De pronto, el cielo se rompió mientras algunos zaragocistas encendían bengalas para dar calor a su equipo. Nada que ver con lo que sucede en La Romareda, se puede imaginar, pero la gente del león quiso estar desde el primer minuto con su equipo. Aún no habían bajado del autocar y allí estaban unos cuantos cantando el ‘Volveremos’, el clásico entre los clásicos en la sinfonola zaragocista cuando se llega a asuntos decisivos. Ayer lo era, aunque unos cuantos miles se tuvieron que agarrar al sofá de su casa para no comerse las uñas.

Hubo zaragocistas camino Soria durante todo el día, aunque hasta última hora no llegó el empujón de aquellos que se buscaron la vida para encontrar una entrada. En una jaula esquinada del fondo norte se apretujaron los más animosos, que estallaron ya cuando el Zaragoza salió a calentar. En la esquina diagonal opuesta, pero en la parte de tribuna, se dispersaban algunos menos trufados con aficionados locales. No había 414, no.

Borja Iglesias se retiraba el último saludando y el estadio tronaba de polo a polo. Más sorianos, claro, por aquello del tijeretazo en las entradas. Hacían más ruido los aragoneses pese a que desde la megafonía se animaba a los suyos a que entonaran el ‘Sí se puede’. No hubo manera, al menos de entrada. El ‘ale, Zaragoza, alé…’ puede ser eterno cuando se quiere, inagotable al paso de los minutos. Ayer empezó en fogonazos pero predominó a buenos ratos. No hubo un momento en el que la afición se quedase fría, pese a que la noche fue de abrigo en Los Pajaritos. Antes de empezar se entonó el himno zaragocista, que unos cuantos pitos intentaron acallar. No hubo manera. Dicen que había cuatrocientos y pico zaragocistas. Había muchos más, eso seguro, y tan ruidosos como viene siendo habitual en este 2018 explosivo.

Para cuando salió el sol aplastando la grada este, el partido ya iba 1-1, en un tobogán de sensaciones que dejó el estadio a un solo paso del lleno, con los ecos de las ocasiones recorriendo la grada de ilusiones. En Los Pajaritos se apretaba por los altavoces: «Esto no es un partido, es el partido». Lo fue en Soria. En Zaragoza se ve de otra manera. No es un playoff, es el playoff.

El sábado en La Romareda seguirá el ruido. Esta vez mandará el tono blanquillo, sin duda, y no habrá inquina contra Borja Iglesias, al que la afición numantina tomó pronto la matrícula. «Piscinero», le gritaban, cuando no le pitaban. Al delantero gallego le sacaron incluso del partido a buenos ratos. Nadie puso la sonrisa amplia, pero en la grada apretaron hasta que los suyos salieron a saludar. Después, a soñar juntos en el coche cómo será el sábado en La Romareda.