El Real Zaragoza estuvo pendiente del televisor ayer con bastantes sonrisas para sus intereses. No falló el líder Leganés, que goleó a la Ponferradina, pero sí el Alavés, segundo, que solo empató ante el Elche, por lo que una victoria esta tarde en La Romareda ante el Alcorcón, rival directo en la lucha por subir, dejaría a los de Lluís Carreras a solo tres puntos de la segunda plaza, del ascenso directo. Además, el empate del Nástic y la derrota del Oviedo suponen que el Zaragoza, si suma esa misma victoria, pueda acabar la jornada tercero, con la medalla de bronce provisional, en la mejor de las plazas de la promoción porque asegura la vuelta en casa. De momento y con la igualdad de Segunda, el equipo aragonés se acostó ayer séptimo y fuera de la promoción, pero el salto que puede dar hoy es tremendo.

No cabe otra, pues, que ganar en un partido clave para el Real Zaragoza, donde un traspié en forma de derrota ante un enemigo tan directo, con los mismos puntos (52) y solo un puesto por detrás en la tabla, sería dramático, terrible. Pero no solo por el efecto clasificatorio lo sería, también porque el equipo ha reaccionado, mucho más en resultados que en fútbol, y colecciona dos victorias, ante Mallorca y Valladolid, el único de Segunda que ha llegado a esta jornada con esa dinámica positiva. Mantenerla es vital, aunque la sensación es que el Zaragoza tendrá que mejorar la imagen de los últimos encuentros, porque, si no, ganar es una moneda al aire. Y a veces sale cruz.

El propósito para los de Carreras es el de sumar la tercera victoria consecutiva, algo que solo ha logrado el Zaragoza en una ocasión en este curso, en octubre (Alavés, Albacete y Tenerife) y con Ranko Popovic como entrenador. El dato refuerza la sensación de la irregularidad zaragocista en una categoría donde todos los equipos padecen ese mismo mal, algunos de forma más acentuada que otros.

Esa igualdad en Segunda, o mediocridad habría que decir mejor, es lo que ha dado al Zaragoza y a varios equipos más la posibilidad de soñar con subir, pero ahora llega el momento de la verdad. Y este no permite más fallos. Para que no lleguen, espera el club el apoyo de La Romareda, aunque las iniciativas que ha preparado la entidad no hayan llamado mucho la atención. Las peñas también han organizado sus actos de aliento al equipo. Todo suma, está claro. Y el refuerzo de la grada ya fue decisivo en las victorias ante el Lugo, el Albacete o el Mallorca. Sea la media entrada habitual o mayor la presencia, el Municipal va a ser fundamental ahora.

CON MÁS EFECTIVOS

El Zaragoza, al que en los últimos partidos le están generando muchas más ocasiones, recupera para el choque de hoy a Erik Morán, clave en el sistema de contención. La duda es si Carreras, poco amigo de correr riesgos con lesiones musculares, le dará la camiseta de titular tras cuatro partidos fuera y tocará el sistema. También vuelven Ángel y Culio para aumentar las opciones del entrenador. La ausencia del argentino fue por molestias en la rodilla, quizá eso le dé más posibilidades para volver al once de inicio en una medular donde Javi Ros y Dorca parecen fijos. Mientras, Pedro cumple baja por sanción y Campins, Jaime, Cabrera y Wilk están ausentes por lesión.

El Alcorcón llega con Natxo Insa, de reciente pasado zaragocista en el curso pasado, en sus filas y con la etiqueta de ser un equipo muy compacto en su estadio, pero que baja el nivel fuera de casa, donde no gana desde el 4 de enero. El equipo de Juan Ramón López Muñiz, el entrenador que siempre quiso Martín González para el Zaragoza, es menos intenso que el curso pasado con Pepe Bordalás, pero tiene más fútbol y mantiene a David (15 goles) como referencia en ataque.

La velocidad en la banda de Collantes, al que Carreras conoce bien porque coincidieron en el Sabadell, y Óscar Plano y la fortaleza en la medular de Toribio y Natxo Insa, que juega como enlace del punta, son las otras armas de un Alcorcón que llega con la duda de Campaña, al que sus molestias esta semana le apuntan a dejar en el banquillo para que el fútbol del rival sea menos fluido. Con todo, el enemigo es una amenaza real para el estado de alegría contenida que vive el Zaragoza tras dos triunfos.