El partido lo pudo ganar el Real Zaragoza, ocasiones tuvo para ello, pero cayó del lado del Lugo el fiel de la balanza, muy nivelada en un choque que el equipo zaragocista permitió que se abriera en demasía tras el descanso cuando contaba con la ventaja en el marcador en un primer acto donde anotó Buff tras un gran pase de Benito, superlativo hasta el intermedio. Sin embargo, el Zaragoza se desinfló con el paso de los minutos, se echó atrás y no supo ni cerrar el encuentro ni gobernar el choque. Así, invitó al Lugo a ganar, tras un córner, que convirtió Seoane, y en el último suspiro con el cabezazo de Iriome.

El Zaragoza puede caer hoy mismo a zona de descenso a Segunda B. No es para tirarse de los pelos tras cinco jornadas, pero no es menos cierto que el balance en este arranque es triste, con tres derrotas ya y un solo triunfo. El Zaragoza se agarra a sensaciones, a sus momentos de buen fútbol, a ocasiones falladas o a ratos donde es superior al rival. Todo eso está muy bien, pero en el fútbol vale ganar y en Segunda sirve, sobre todo, construir un bloque solvente y fuerte atrás. Y el Zaragoza, de momento, no lo es. Le generan todos los rivales oportunidades claras, los que salen a jugar, como el Lugo, o los que salen a encerrarse, como el Alcorcón. Y encaja en todos los partidos. Así, es imposible.

Natxo González hizo del Reus y antes del Alavés bloques fuertes, sólidos. El Zaragoza no lo es. De hecho, en Lugo, con la apuesta de Cristian Álvarez en la portería y sin Febas y con Zapater y Ros en la medular, salió dormido y encajó un gol de chilena de Campillo nada más comenzar que el árbitro anuló para suerte zaragocista porque el tanto era legal. El Lugo empezó mejor que el conjunto aragonés, dominando el balón y encontrando caminos en la insistencia de Iriome o Campillo. Sin embargo, tras el cuarto de hora inicial el Zaragoza soltó media hora de muy buen nivel. Ajustó los mecanismos de presión, aumentó la intensidad y empezó a generar robos y peligro, sobre todo con Benito como factor desequilibrante desde el lateral.

Ángel tuvo la primera tras una incursión de Benito, que también asistió a Buff, cuyo disparo se fue fuera. Con Borja siendo un incordio constante y con Pombo y Toquero participativos, el Zaragoza encontraba vías. Buff no llegó a un envío de Borja, pero sí al de Benito, que con un gran pase dejó solo al suizo ante el despiste de los centrales del Lugo. Definió con maestría y adelantó a un Zaragoza mejor que antes del descanso aún pudo marcar por medio de Toquero y con un disparo de Ros, ambas jugadas patrocinadas por el imparable Benito.

EL BAJÓN CLARO

La segunda parte trajo otra realidad. Empezó con el debut de Mikel por las molestias de Grippo en un debut del vasco con claroscuros, pero el Zaragoza, en vez de apostar por jugar lo menos posible, por trabar el partido, por llenar de minas el juego del Lugo, permitió que el choque fuera una oda al fútbol de ataque, con ocasiones para los dos equipos. Borja Iglesias, que hizo muchas cosas bien, pero le faltó el gol, tuvo dos, una de ellas con parada de Juan Carlos, que ya empezaba a ser el mejor del Lugo, como Cristian Álvarez comenzó a firmar una muy buena actuación en su debut en Liga. Salió bien ante Campabadal y paró el disparo de Azeez.

Francisco vio claro que tenía que tapar el carril de Benito y el Lugo le buscó las cosquillas al lateral, primero con Fede Vico y después con Albarracín. Mientras, la medular del Zaragoza se descomponía, con Ros cada vez más perdido, y el equipo gallego tocaba con comodidad en zonas intermedias. Con todo, el gol llegó en un córner y con fortuna, porque el remate de Bernardo dio en Borja y el balón le quedó a Seoane, que sorprendió con un disparo seco a Cristian.

Lugo y Zaragoza dejaron claro entonces que no les valía a ninguno el empate. Entró Vinícius para acompañar a Borja y Francisco, que ya había metido antes a Cristian Herrera apostó por otro delantero más, por Sergio Díaz. El partido, entonces, fue un cara o cruz. Juan Carlos hizo una gran parada a Toquero, aunque aún fue mejor la de Cristian Álvarez ante Albarracín. En el duelo de metas todavía quedó otra estirada de Juan Carlos tras un remate con toda la intención del recién entrado Alain.

El partido apuntaba al empate y vistos los méritos de unos y de otros hasta parecía justo, pero el Zaragoza hizo el tancredo en el descuento por la banda de Benito para dejarse ganar. Albarracín puso entonces un centro perfecto y Ángel se durmió para que Iriome anotara el gol de la victoria y le recordara al Zaragoza el duro peaje de ser frágil atrás. En esta Segunda, es un pecado de extrema gravedad.