El empate contra el Valladolid no es suficiente para alejar por completo los fantasmas del descenso, que se han alineado como una Santa Compaña de mitad de clasificación hacia abajo. Al Real Zaragoza le espera un trayecto complicado que le impide la mejor relajación, pero desde el aterrizaje forzoso de César Láinez en el equipo, manifiesta un espíritu ganador casi inédito durante el resto del vía crucis que está resultando esta temporada. El nuevo entrenador ha poblado el centro del campo para tener lo máximo posible la pelota, con una tendencia consciente a gestionar el juego por dentro y distraer por fuera con falsos laterales de intermitente profundidad. De paso, esa proximidad permite menos esfuerzos y una administración del oxígeno que tan poco le sobra... Así ganó con solvencia en Elche y de la misma forma casi lo consigue contra un Valladolid de triste figura. El punto parece poca cosa, pero lleva un baño de oro en su misión de salvar la categoría, algo que hace un par de semanas se observaba con bastante pánico.

En esta ocasión no estaba Ángel y quizá haya sido esa una de las grandes causas por las que la victoria se quedó en el limbo. El Real Zaragoza tuvo oportunidades, tejió fútbol con paciente progresión y volvió a hallar en Pombo la indolencia del loco inventor, capaz de maravillar y de abusar con los ingredientes que mezcla en los tubos de ensayo que son sus intervenciones. El chico, con su descaro y el gusto por el adorno churrigueresco, por lo menos contagia alegría mientras suma experiencia para saber elegir mucho mejor. Su frescura es un sello diferencial para un conjunto con mucha arena en los bolsillos todavía, sobre todo en las segundas partes, por donde discurre mastondóntico. También en la portería, con ese minidespeje de Ratón que permitió adelantarse al equipo de Paco Herrera en su única oportunidad en noventa minutos.

Sin pegada, con Dongou de sucedáneo y Edu García como alternativa ofensiva muy forzada por las circunstancias, hasta apareció en escena Samaras para ver si el griego sacaba un conejo de la chistera. Lo que se vio, con tristeza, es que no merece ni la convocatoria, que aquel esbelto delantero del Celtic ha superado con creces el ocaso de su magia. Hoy en día, Raí no merece estar por detrás de él. Fue un error ficharlo y mucho más grave ponerle sobre el campo. Antes de esa mala decisión, Ratón tomó la suya. Y la defensa del Valladolid colaboró a lo grande en el empate de Lanzarote. No fue un partido para recordar excepto para Becerra, excelente portero que sacó a sus compañeros de serios problemas. Del primer al último minuto. Se diría que se enfrentó solo al Real Zaragoza, con detalles aislados de Mata y Juan Villar. El resto del Valladolid fue una pena. Aspirante al playoff antes de entrar en La Romareda. Esta Segunda División es un desastre.

Con Láinez se juega más ordenado, es decir mejor sin aspavientos ornamentales. El Real Zaragoza añadió un punto a su cesta y falta le hace. Y repitió carácter ganador, valiente dentro de sus posibilidades. Puede que en el fondo sea un triunfo esa repetición de ambiciones de cara a un futuro que no consentirá la mínima arruga de personalidad.