El batacazo en Almería ha disparado las alarmas en el Real Zaragoza, en el club, donde ya no se esconde el estado de preocupación máxima con el devenir del equipo, con su tremenda caída en el último mes, un bajón que ni la afortunada victoria ante el Rayo Vallecano logró tapar. El equipo se le ha desmontado del todo a Natxo González, que de momento goza de una confianza (quebradiza) para seguir en su puesto, aunque es imprescindible que su Zaragoza, que solo ha ganado cuatro partidos de 15 y que lleva un promedio de 18 puntos en 15 jornadas que solo daría para una permanencia raspada, reaccione ya, empezando por el sábado ante el Reus en La Romareda. Eso espera la SAD: una respuesta inmediata del entrenador.

Natxo González tiene el aval de Lalo Arantegui. Fue su apuesta desde que llegó al club en febrero y el vitoriano ya estaba fichado en marzo. El mensaje que se da desde la dirección deportiva es el del trabajo y la tranquilidad dentro de un estado claro y evidente de preocupación porque el momento del equipo así lo exige. Sin embargo, la ley del fútbol es inexorable y no hay entrenador que resista sin la compañía de los resultados. El club ha tenido esta temporada más que nunca como bandera la paciencia. El proyecto, tras los ajustes económicos del pasado verano, es a largo plazo, a dos o tres años, aunque nadie esconde que cuando antes se suba, mejor. El límite salarial (5,6) es el decimocuarto de la categoría, pero sin ir más lejos el Huesca es el líder con menos cantidad para confeccionar su equipo (5,3), por lo que el dinero no es tan decisivo.

Esa paciencia y la confianza en la labor de Lalo Arantegui también tienen el recuerdo de lo vivido estos últimos años, donde el carrusel de entrenadores (tres la temporada pasada) no ha traído casi nada bueno. Además, la disponibilidad económica para traer un relevo es la que es. Dado que el club ha rebasado el límite salarial, la Liga le autorizaría a superarlo, con recargo en la próxima temporada, en un 70% de la ficha que le queda por cobrar al actual técnico. Poco dinero en todo caso en un mercado de entrenadores low cost que el Zaragoza conoce de sobra.

El problema es que a Natxo ya no solo no le acompañan los resultados (seis puntos de los últimos dieciocho), tampoco lo hacen las sensaciones. Y los varapalos de Huesca y Almería le han hecho mucho daño a su crédito, tanto a ojos de la afición como de puertas adentro en la entidad. «Pido perdón, soy el responsable de lo ocurrido», dijo tras caer con estrépito en El Alcoraz. «No estamos compitiendo bien. Perdemos competitividad y por eso somos vulnerables», aseguró en Almería.

Fueron declaraciones preocupantes por la sensación de impotencia que transmiten. El equipo arrancó la Liga compitiendo siempre, y ganando pocas veces, eso sí, pero en Huesca, ante un rival lanzado, o en Almería, ante un enemigo en crisis, estuvo a años luz de poder vencer. Y entre medio superó a un Rayo desacertado ante el gol. Ese día, al Zaragoza le salvaron eso y su efectividad.

El técnico, que en su ideario tiene como premisa no contar con un once tipo y realizar cambios para mantener a la mayor parte del grupo enchufada, está realizando demasiados vaivenes en los últimos tiempos. No se entiende, o al menos cuesta hacerlo, la suplencia de Delmás o de Febas en Huesca, o la titularidad de Javi Ros ese día, o que Mikel no jugara de inicio ante el Rayo, que Vinícius no lo haga nunca, los cambios permanentes en el lateral zurdo o la insistencia en Toquero, que es titular siempre con cada vez menor aportación. Y los vaivenes de Natxo en las últimas semanas no son solo de nombres, sino también en el dibujo y el estilo.

LA RESPUESTA DE LA GRADA

En el escenario del momento que vive el técnico vitoriano hay que añadir el factor de la grada, que, de momento, salvo tímidos silbidos y murmullos ante el Rayo, ha estado con su equipo. Pero, si con el Reus se mantiene la mala imagen de las últimas semanas, es probable que la paciencia se agote. Una respuesta de la afición a otro mal partido complicaría aún más el futuro de Natxo, que al menos no tiene al Zaragoza en descenso (a tres puntos de distancia ahora). Si eso sucede, su situación en el banquillo, claro está, empeorará.

«Dentro de un año, cuando haya que responsabilizar a alguien a nivel deportivo, solo habrá que mirarme a mí», dijo Lalo en junio. No se escondió. Un cambio de tanto calado en el banquillo, dada la confianza del director deportivo en el técnico, tendrá que ser una decisión del propio Lalo, que de momento aboga por la tranquilidad mientras suenan las alarmas. Es obvio que Natxo vive ya su primera crisis como entrenador en el Zaragoza y de estas solo se sale de dos maneras. O con buenos resultados o con una carta de despido.