Los ocho puntos sumados en los últimos partidos han dejado una sensación de alivio en el club y en la afición que han permitido pensar en términos más alegres, apartados de la agonía singular de los últimos meses. Unos han podido entender que la temporada estaba prácticamente acabada, con la permanencia hecha después de que el equipo haya conseguido alejarse 7 puntos de la zona de descenso. Otros han podido suponer que al Zaragoza aún le da tiempo de cazar un premio gordo si mantiene la línea de resultados. Ninguno de ellos es César Láinez, que ayer se puso bien serio en su comparecencia para advertir de riesgos varios. «Durante la semana se ha tratado de decir a los jugadores que como vayamos pensando en algo más, nos vamos a venir con la cara sonrojada y la sensación de que nos hemos equivocado. Solo el equipo que va con el cuchillo entre los dientes y sabiendo que el abismo está cerquita, como ha salido en los últimos cuatro partidos, va a rendir igual. Si nos ponemos a mirar arriba y pensar en metas mayores, será la primera equivocación».

La semana ha sido bien diferente de las anteriores, una vez que el Zaragoza de Láinez ha demostrado que no solo es capaz de sumar puntos, sino que ha encontrado un patrón sobre el que sostener su ideario de juego. Por eso, quizá, se entienda que pueda haber relajación. «Creo y espero que no haya ningún bajón. Tal vez en el entorno ha existido más relajación, sobre todo la manera de mirar lo que queda de Liga. Pero el grupo está preparado para seguir por la misma senda de competitividad. Si no somos capaces de seguir con la misma intensidad, si no igualamos lo que va a poner el Mirandés, no vamos a tener nada que hacer en ese campo».

La llegada de Pablo Alfaro al banquillo burgalés ha supuesto, sobre todo, «un cambio en el sistema», según Láinez, consciente de que su homólogo zaragozano no dispone de tiempo para hacer grandes variaciones. «Tratará de transmitir la forma de ser que tenía como jugador, pero es un equipo que siempre se ha caracterizado por su intensidad, con jugadores salidos de canteras del norte. Esa competitividad y ese físico han sido el valor al que se ha agarrado el Mirandés para estar en Segunda. No creo que vaya a cambiar, ha tenido pocos días como yo, pero lo que esperamos el domingo es agresividad, segundas jugadas, no reblar nunca… más sabiendo que puede ser una de sus últimas oportunidades para engancharse a la salvación».

Anduva, pese a la sensación de angostura, es mayor que La Romareda en cuanto a dimensiones. Es el rival y su hinchada los que generan la atmósfera de incomodidad, casi angustia. «Vamos a un campo que es un metro más ancho que La Romareda, pero yo he jugado allí y sé las sensaciones que se viven. Es un ambiente más agresivo, la grada está más encima y la afición es muy animosa. Eso hace que el juego sea más directo. También su forma de lanzar faltas y saques de banda provoca que el partido sea más de ida y vuelta. Intentaremos ser mejores que ellos con nuestras virtudes».

Láinez entiende que se trata «de hacer mejor las cosas como equipo, pensar de la misma manera todos durante las fases del partido. Las segundas partes nos cuestan más, pero se trabaja para tener la misma idea durante los 90 minutos. Vamos a ver si podemos llevarlo a cabo como se hace en las fases iniciales e intermedias de los partidos».