Quede claro que el Real Zaragoza no jugó bien, que en la primera parte lo hizo muy mal y que mejoró en la segunda, aunque tampoco para tirar cohetes. Lo suficiente, eso sí, para doblegar a un flojo Racing comandado por el acierto goleador de Borja Bastón, artífice indiscutible de la victoria en Santander y, con 20 goles para ser Pichichi de la categoría, también en gran medida de que el Zaragoza siga instalado en plazas de promoción, como sexto, tras 30 jornadas y con la Ponferradina a un punto en una jornada donde fallaron todos los de arriba. El triunfo, que frena una mala racha de cinco jornadas sin ganar, lo explica sin duda la capacidad del ariete, que originó el penalti decisivo que transformó y que sentenció el partido, pero también es reseñable que el Zaragoza, de mortecina faz ante el Lugo, reaccionó, se levantó, le puso derroche y ofreció una imagen solvente tras el descanso.

Conviene no olvidar las muchas bajas, hasta siete, con las que el Zaragoza arribó a Santander, que fueron ocho al pisar el césped, porque Fernández no sintió buenas sensaciones y Ranko Popovic no arriesgó con él, situando a Vallejo en el lateral. Allí el canterano lo hizo bien, hasta muy bien, simbolizando como ninguno esa reacción a base de coraje. Da la impresión de que cumpliría hasta de bombero si fuera necesario. El Zaragoza se sobrepuso a los contratiempos y a la falta de confianza tras la mala dinámica y, en la segunda mitad, ofreció un nivel competitivo que, cuanto menos, invita a pensar que puede aguantar la plaza de promoción que tiene después de varias semanas donde aseverar eso parecía una osadía.

MAL INICIO

Contó, además, el equipo con más de 1.000 zaragocistas que se dejaron oír en las gradas, dejando claro que ese sentimiento, sea cual sea el momento y la situación, es enorme, tremendo. En contraposición, el Racing fue muy poca cosa. Parece serlo durante toda la temporada y no en vano es el peor local de la categoría. Sin el ariete Koné, lesionado, el equipo cántabro tiene una pésima defensa y cuenta con destellos interesantes de Álvaro, Concha o Iñaki. Y pare usted de contar. Sea Munitis, Pinillos, Colsa, o los tres a la vez, el entrenador, es indudable que el cuadro racinguista va a tener que remar mucho, muchísimo, para evitar el descenso.

Con Vallejo en el lateral y con la apuesta por William José por detrás de Borja y Sergio Gil en la derecha comenzó el Zaragoza, donde Lolo volvió al eje dos meses después, desde aquella mañana de infausto recuerdo en el estadio de Gran Canaria. Lo cierto es que cumplió bien, dejando claro que a ese nivel es un futbolista para ayudar a la causa.

La primera mitad, queda dicho, fue un bodrio de dimensiones estratosféricas. El Racing se replegó pese a su condición de local y buscó sorprender a la contra, con un fútbol directo tras propiciar el error zaragocista. Casi lo logró en una pérdida de Natxo Insa, pero el árbitro anuló el gol en propia puerta de Mario. Insa se recompuso tras ese error y completó también un buen partido, algo que no puede decir Galarreta, que iba a empezar de suplente y que de nuevo pasó de puntillas en la medular.

La verdad es que al Zaragoza le costaba un mundo llegar hasta Mario por su terrible imprecisión con el balón. Solo un contragolpe en el que Pedro asistió a Borja, que no pudo batir al meta local, y un mal remate de Galarreta tras un córner. Nada más dio en ataque. El Pichichi venía de ver una amarilla, la quinta, absurda hasta límites insospechados. No estará ante el Alcorcón, una pésima noticia. La primera parte acabó con un disparo desviado de Granero y con un susto de Rico, profundo en su banda, al despejar un balón.

Salió mejor el Zaragoza en la segunda mitad, aunque ayudó una barbaridad, o prácticamente todo, el gol que marcó muy pronto. Insa buscó a Borja y la falta de entendimiento de Mario y Bernardo la aprovechó el ariete para llevarse el balón. El meta lo derribó y no pudo atajar el penalti. Ese gol, en un partido tan pobre, parecía oro puro. Y lo fue.

Tuvo otra el omnipresente Borja antes de que el Racing se estirara para buscar el empate. Un remate de Concha, otro de Iñaki, un buen despeje de Vallejo... Alcolea se mostró sobrio y la propia flojera racinguista y los fueras de juego hicieron el resto. Aun así, la mínima ventaja y la falta de pericia de Willian y de Pedro en dos contras hacían temer por un resultado en el que el colegiado incidía lo suyo por el parcial reparto de amarillas que ofreció en contra del Zaragoza. Que Juanpe no fuera expulsado por doble cartulina es un misterio por resolver aún.

Oxigenó el equipo Popovic con Tato y debió hacerlo con algún cambio más mientras el Racing, con un disparo de Miguélez y un nuevo despeje de Vallejo, no perdía una fe que se quedó en nada después de que Willian José se decidiera a aparecer por primera vez. Bailó ante Juanpe y asistió a Borja, que definió con la frialdad de un killer, de lo que es, para firmar un doblete y un triunfo lleno de fe y repleto de valor.

Jesús tiró la puerta del primer equipo y reservó una butaca en el vagón de preferencia de la alineación a base de exprimir sus grandes y ya consistentes condiciones: seriedad, colocación, competitividad, anticipación, contundencia y capacidad para ser expeditivo en cualquiera de las artes defensivas. Todas virtudes impropias de alguien tan inexperto y poco curtido entre mayores.

Seguramente mucho más de lo que cualquier expectativa podía prever en un espacio tan corto de tiempo. Para darse con un canto en los dientes y celebrarlo. Ahora mismo, su único lunar --si se quiere achacable a su corta edad y a la natural línea de progresión que debería tener por delante--, es el juego con los pies. Rifa continuamente el balón, con la derecha y con la izquierda, se lo quita de en medio sin destino y tiene dificultades para entregarlo adecuadamente salvo con el interior de su pierna buena. Nada importante con 18 años. Pero ese es el próximo escalón que tiene por subir. El siguiente desafío para un jugador con una cabeza privilegiada. Jugar también con los pies.