Raúl Agné metió a Valentín en el centro del campo junto a Zapater para ganar músculo y físico y se la jugó con Casado de lateral izquierdo, una apuesta siempre perdedora la del lateral. Las consecuencias de esa alineación, de ese plan paquidérmico y ciego de ideas en la medular, acentuaron aún más las limitaciones de un Real Zaragoza que cierra la primera vuelta apuntándose a la sien, perdiendo de vista hasta los puestos de promoción de ascenso. No pisó una sola vez el área del Tenerife en todo el encuentro y jamás supo qué hacer cuando tuvo la pelota en sus pies. Xiscu, Xumetra, Dongou y Ángel fueron de visita al Heliodoro Rodríguez. Tampoco hallaron la mínima colaboración de un Valentín forzudo y un Zapater que está para retirarse durante varias semanas a un balneario. Las pérdidas no forzadas se sucedieron como nunca en otro ejercicio de resistencia inútil que se vino abajo a balón parado, en un córner que remató Germán Sánchez después de ganar por arriba a un Cabrera que mide de forma terrible su impulso para atacar los centros laterales. Sandaza, hace una semana, le hizo la misma.

El Real Zaragoza se metió en su campo y no salió de él, ofreciendo la imGWN de lo que es, un equipo pequeño presentado en sociedad por su directiva como un gran aspirante. Mientras pudo, aguantó el ritmo de un Tenerife más fresco, veloz, imaginativo y poderoso. El conjunto canario tuvo que masticar su extenso dominio para superar el amurallamiento de su enemigo. Amath, Suso Santana, Aarón, Cristo o Raúl Cámara... Cualquiera que cogiera vuelo dejaba al Real Zaragoza como un viejo artrítico, por los costados de Isaac y de Casado, por el pasillo central. El larguero de Álvaro Ratón, sustituto del griposo Irureta, evitó por dos ocasiones que el Tenerife recibiera el premio que merecía. Aarón y Amath hicieron saltar astillas de la madera; también de las cinturas de Isaac y algún que otro defensor.

La derrota se veía venir de lejos. Antes o después. Era cuestión de tiempo y hasta de justicia divina. Y llegó desde el cielo con ese córner ganado por Germán Sánchez para tumbar a un Real Zaragoza lastimoso, encogido en la pizarra y en el campo, indigno de cualquier capítulo de su historia anterior. En el Heliodoro Rodríguez se apuntó a la sien y apretó el gatillo. Quizás para dejar de sufrir porque es lo que lleva haciendo toda la temporada con su fútbol arcaico, con una plantilla descompensada, desfigurada, monstruosa. También bastante mal utilizada.

Ni el mercado de invierno puede rescatar al conjunto aragonés. Tendría que fichar al por mayor, a jugadores para casi todos los puestos, y esa no es la intención de los dirigentes, del área deportiva, de nadie. Las mentiras se han ido acumulando en los discursos oficiales, dirigidos a calmar y animar a una masa social que amenaza con desertar de tanta farsa institucional. El campo es un espejo donde se reflejan las verdades, y la que domina es precisamente la de un club en manos de la incompetencia y el desinterés. Pobre Real Zaragoza.