El Real Zaragoza ha comunicado a Luis Milla, cuatro meses después de contratarle, su decisión de prescindir de sus servicios como técnico del primer equipo del conjunto aragonés. El empate cosechado en Valladolid, donde se ha mostrado una imagen lamentable, además de que el equipo se halle a tan sólo dos puntos del descenso cuando se han disputado once jornadas de Liga, ha sido el detonante de la destitución. La intención de los consejeros es buscar un sustituto fuera del ámbito del club, un técnico muy diferente al perfil del turolense que aporte experiencia en la categoría, es decir a lo que se renunció en teoría por falta de recursos económicos.

Narcìs Julià, director deportivo, no ha acertado en las contrataciones de los dos últimos preparadores -- antes Lluis Carreras-- ni en la confección de una plantilla de profundidad muy pobre, a años luz de lo que se preveía en los albores de la temporada. El exjugador del Real Zaragoza ha quedado en muy mal lugar, incapaz de construir, como prometió, un bloque de carácter suficiente como para competir de forma diáfana por el ascenso. Condicionado por las estrecheces financieras, Julià aceptó las directrices de sus superiores primero para despoblar el vestuario de cargas económicas y después, como se ha comprobado, para levantar un proyecto de ficción, carente de calidad global y de ambiciones reales. Milla llegó diez días después del desastre de Palamós y se va por la puerta de atrás por consenso casi universal, dejando una huella de escasos recursos y de empeoramiento del material humano.

Ahora, el mensaje lanzado dentro de la botella mediática es que se peinará el mercado para que el proyecto resurja en manos de un entrenador con personalidad, cualificado y capacitado para explotar mucho mejor las supuestas virtudes del equipo. Si las arcas zaragocistas continúan en el mismo estado que se lleva informado desde el seno de la institución desde que la Fundación 2032 tomara el relevo de Agapito Iglesias, la captación de ese profesional debería enmarcarse de nuevo en la utopía. Cralos Iribarre, consejero del Área Deportivo, y Narcìs Julià afrontan al unísono una empresa en la que ambos han fracasado con estrépito en diferentes etapas: dar con la tecla del banquillo, a ser posible sin ataduras personales ni ensoñaciones estilísticas.