El partido contra el Logroñés permitió ver cosas, pocas porque el fútbol de verano se caracteriza por su condición gaseosa y por la falta de un ritmo adecuado como para bucear más allá de la superficie. El resultado, un empate contra un rival de inferior categoría, transmite una ligera frustración porque suponía la puesta en escena de un Real Zaragoza desconocido para el gran público, incluso para su público. El marcador no suele mentir: el conjunto aragonés fue dominador absoluto cuando actuó con los titulares y se distrajo tras el chaparrón de los cambios en masa. Lógico. No hubo, sin embargo, vencedores ni vencidos en el equipo de Natxo González en esta prueba de la que se esperaba algo más de sustancia y que pasó por el calendario de puesta a punto sin mayor gloria.

Se comprobó con nitidez que todo es nuevo y que, por el momento, las promesas son mayores que las certezas. Los riojanos se refugiaron en su campo con Miguel de firme escudo y cedieron el protagonismo aunque no los espacios a un Real Zaragoza que tocó al gusto, sin presión alguna. Buff de enganche y Papunashvili alborotaron al Logroñés por dentro. La zurda del suizo es linda, pero hay que adecuarla para un campeonato que permite mínimos lucimientos y una mayor efectividad. Elegante y fabricador de huecos, parece desenvolverse mejor con metros y viniendo de cara, no tanto de enlace próximo al punta. El georgiano eleva con mucho el nivel de Xumetra, quien apareció desde el banquillo para aportar casi nada y abrirse un poco más la puerta de salida que ya le habían mostrado.

Grippo y el resto de la defensa inicial apenas se sintieron inquietados. No obstante fue en esta línea, por sus orillas, donde se observó lo mejor de la noche. Alberto Benito y Ángel Martínez son jugadores solventes, laterales de profunda inteligencia. Están sincronizados en sus aventuras por los carriles y sus centros llevan fuerza y dirección. Vienen desde Reus y no parece que vayan a frenar. Habrá que examinarles con una mayor exigencia, si bien sus correrías son de las que abren brechas y heridas graves en el rival.

Las miradas buscaban a Borja Iglesias... Es el goleador, por ahora el único referente ofensivo. El gallego desplegó las artes de un poderoso 9, dispuesto para personarse en el área como matador clásico. También se despegó de los centrales para descongestionar el tráfico de la segunda línea y exhibió una excelente relación técnica en el control de la pelota en situaciones complicadas, en el cuerpo a cuerpo y de espaldas al portal. Borja va a dar mucha guerra.

Como bloque, el Real Zaragoza amagó con una fuerte presión adelantada para la recuperación inmediata y mucha circulación interior para dejar vía libre a sus laterales. Le funcionó a medias porque no están los pulmones y las piernas para esfuerzos que durante la temporada pueden dar la personalidad que se busca. Aún restan muchos kilómetros y trabajo de campo para imponer un estilo agresivo, punzante y de dominio constante de los partidos, aunque un Ros hipermotivado pareciera que ya estaba en pleno combate. En la segunda mitad hubo un par de noticias notables: Eguaras sigue siendo un buen botón de pausa para los instantes de zozobra y un relevo de garantías para Zapater y Alain Oyarzun anunció que su zurda está lista. De Febas hubo adornos frágiles y a Verdasca se le notó recién llegado. El Real Zaragoza tiene miga, pero le falta corteza. O sea que sigue en el horno.