El Real Zaragoza se ha subido esta noche al coche escoba de Segunda, el de la permanencia. Lo ha hecho en un mal partido ofensivo y con las desatenciones defensivas que penalizan al máximo en un encuentro sin apenas fútbol combinativo, una error de marcaje en un córner ganado en el primer palo por Owona. El resultado dice que empató en el minuto 89 gracias a la colaboración de Dmitrovic y David Navarro, con el central desoyendo la salida de su portero y metiéndose el balón en su portería sin que absolutamente nadie del conjunto aragonés pasara por el lugar de los hechos. Ese punto, sin embargo, no maquilla lo más mínimo la indigencia futbolística del Real Zaragoza, instalado a 8 puntos de distancia del playoff y a cinco del descenso. Tampoco enmascara un par de decisiones de Agné en los cambios, cuando dio entrada a Fran para cuidarse de que Martín Luque no comprometiese a Feltscher y sacando del campo a Ángel, su goleador aun en un mal día, porque no pisaba el área. El entrenador, quien considera que sus muchachos van creciendo poco a poco, empieza a caer en la perspectiva quijotesca de todo técnico en situación límite: ve gigantes donde solo hay pequeños jugadores corriendo detrás de un balón. Sin fuste, a pelotazos, huérfanos de elaboración y apiñados junto al debutante Sebastián Saja, quien dio la talla por alto en su debut, este equipo está a a mercede de cualquier rival. De ahí la gravedad de su posición en la tabla, porque no se la ha ganado por casualidad y porque puede vencerle quien se lo proponga en serio. No ya el líder; también el colista.

Después de unos buenos y alegres minutos contra el Levante, el Real Zaragoza ha regresado hoy a su versión low cost frente al Alcorcón, un adversario de su Liga que le regaló un punto como premio a un partido que quizás nadie mereció llevarse. Los alfareros se comprometieron para no fallar y el Real Zaragoza hizo lo mismo, lo que trasladó el partido a una disputa de cabezazos e imprecisiones indignas. Arrugado de valentías, chato de elaboración alguna, con un único remate de Ángel que Dmitrovic sacó con agilidad, el equipo aragonés se dejó llevar por ese deporte indescifrable que practica cada fin de semana: sin pies ni cabeza ni un plan establecido que no sea encajar un tanto, nadie asume un rol distintivo. Son clones sin alma que actúan asustados por el programa básico que llevan encriptado en el disco duro, el de cometer un error. Ni un solo futbolista se distingue en la deformidad, en el sinsentido. En la ausencia de calidad individual y colectiva. Con un entrenador víctima de espejismos.

El Alcorcón hizo poco más pero hubo en su timorata apuesta algo de profundidad, de intención, de agresividad... En un córner --no podía ser de otra manera--, Owona puso el 1-0, castigando el miedo constante y evidente del Real Zaragoza, quien empalideció atrás en el momento más inoportuno. Cuando el encuentro finalizaba, David Navarro marcó el empate para desesperación de Dmitrovic y de Velázquez, su entrenador. El Real Zaragoza lo celebró... Puede que ya dentro en ese coche escoba, se felicite por ir de copiloto y no en la parte de atrás del vehículo en el que viajan los peores de Segunda. Va a luchar por la salvación, que no es empresa baladí y en la que deberá centrarse porque al club le va vida que le está negando su directiva mesiánica. Si se envía otro mensaje distinto y manipulador a la afición, estaremos frente a la extinción. Esto es muy serio.