El Real Zaragoza lo tenía todo en su mano para doblegar al Gobierno de Zaragoza en Común (ZeC) en sus planes por acometer de forma urgente la remodelación integral de La Romareda. Y con ella obtener nuevos ingresos en el futuro y, quién sabe, quizá recuperar la cesión a 75 años que este revocó de forma fulminante a los pocos días de coger el bastón de mando. La propuesta, a la que ayer hacían referencia los dirigentes del club, nunca se llegó a plasmar en un papel --más allá de la decisión que adoptó en la pasada legislatura el Gobierno socialista--, pero lo cierto es que tenía el plan perfecto para acometer la reforma. Implicándose en la financiación, con un pago diferido a bastantes años, pero contando con ingresos que ahora ya no tendrá, parece, en al menos un tiempo. Del todo a la nada en solo 90 minutos.

El Gobierno municipal ayer se mostró cauto en las declaraciones, sin profundizar en las decisiones a adoptar y, esta vez, sin hablar de expolios ni de oligarquía local. "Si hay una viabilidad económica para el club, la reforma del estadio será una pieza más en su futuro pero no es la clave de su supervivencia", afirmó el responsable de Urbanismo, Pablo Muñoz. Este explicó que el consistorio está pendiente de contar con el diagnóstico técnico del estado de conservación del campo municipal para "definir lo urgente" antes de abordar lo que conviene. "Cuando tengamos resultados tomaremos una decisión", aseveró.

No antes, no cuando digan los dueños de la entidad blanquilla. Porque la crisis económica y deportiva del Real Zaragoza le ha ofrecido al Gobierno de ZeC una tabla de salvación a la hora de fijar postura. "Su prioridad ahora tiene que ser la deportiva, no la reforma del estadio", explicó Muñoz, quien reiteró --como en tantas ocasiones antes-- que para acometer la remodelación "el club debe implicarse en la financiación de las obras".

Un plan ambicioso

Son muchos los movimientos que se han producido entre las partes desde que ZeC paralizó hace un año la cesión a 75 años a cambio de un canon anual que serviría para costear una nueva Romareda con nuevas superficies comerciales a explotar. Y los dueños de la entidad habían dado con la clave. La fórmula administrativa necesaria era la que permitiera dedicar a ese pago diferido de las obras una parte minúscula de los 45 millones de euros que esperaba obtener de los derechos televisivos cuando subiera a Primera. Quizá dos millones al año serían suficientes para que la ciudad diera el paso.

Solo faltaba por saber de cuántas estrellas hacer el campo y qué expectativas de negocio manejar en un plan de, como mínimo, 25 años. Porque en los planes de sus dirigentes había más vías para obtener ingresos. Entre ellas, la de darle nombre a ese nuevo estadio, con una marca, un patrocinador para el nuevo templo zaragocista.

Lo cierto es que durante buena parte de la temporada, los resultados deportivos no invitaban a la euforia y enfriaban el debate en lo político. Pero cuando el equipo se vio con posibilidades reales --llegó a estar a tiro de adelantar al Leganés--, el Gobierno de ZeC veía próxima la necesidad de plegarse a la presión social que traería seguro el ascenso. El Real Zaragoza lo tenía en la mano.

Ahora sus deméritos ralentizan el debate y la urgencia. El Gobierno municipal tiene más fácil centrarse solo en los trabajos de seguridad que obligue a acometer ese diagnóstico encargado. Y que sea el club el que decida cuándo está en condiciones de garantizar dinero para esas obras que ansía.