Jorge Pombo era un malabarista que, por lo general, caía al foso de los leones por querer redoblar sus números de riesgo. Un jugador que se recreaba en la sobreactuación una vez ganado el aplauso y el reconocimiento. Un gran talento desorientado entre la niebla, vaho en el espejo del egocentrismo deportivo. Hábil y hermoso pero excesivo y de eficacia en constante sospecha. Muchos como él se han quedado por calles del tránsito hacia la excelencia, explotando la destreza natural en la vertiente de simples trileros. El centrocampista, sin embargo, ha sabido reconducir su rebeldía sin causa hacia una espectacular revolución profesional. Una de las razones por las que ahora se ha convertido en pieza fundamental es, din duda, el haber encontrado su lugar, una posición flotante en ataque que le permite expresar mejor sus condiciones. Para la banda se exige un pasaporte de mayor sacrificio y por detrás de Borja Iglesias, la sombra es alargada. Así que Natxo González le inventó una pista en el circo: delantero sorpresivo. En Los Pajaritos ratificó que su arte se exhibe lo más cerca posible del gol, en su gestación o ejecución. Liberado pero responsable y, sobre todo, determinante. El Real Zaragoza le dio la bienvenida hace algunas jornadas. En Soria, con Borja Iglesias derrocado por su terrible puntería, fue el rey Jorge con dos tantos que colocan al conjunto aragonés en el mapa de la promoción.

En su etapa de interior, venía de entregarle tres puntos al Real Zaragoza contra el Rayo Vallecano. En su nuevo rol, suyos son nueve más al firmar las victorias contra Tenerife, Córdoba y Numancia con un primer doblete. Apurando, empujó el 2-0 con el aliento frente al Real Oviedo. Ahí, arropado por la confusión que crea Borja Iglesias, agazapado como un francotirador en la línea del fuera de juego, Pombo espera que le envíen la munición para acabar el trabajo con fría cirugía finalizadora. No se le despeina un solo nervio ni un tatuaje cuando va hacia el portero porque antes de que el pie dispare, su cabeza ya ha apretado el gatillo. Es el segundo máximo realizador del equipo y siempre trae a casa caza mayor. El malabarista ha entendido cuáles son sus virtudes y hasta qué punto el adorno viste elegante o resulta empalagoso. Los leones del foso van a morir de hambre si esperan su desplome en el futuro.

Pombo se llevó gran parte de las miradas en un triunfo que traslada al equipo de Natxo González a la dinámica del ganador justo cuando el campeonato no admite dudas. Sin desprenderse aún de sus fantasmas defensivos, el Real Zaragoza de las tardes de desgarro de corazones y de carnets, de sufrimientos y fútbol chato produce un caudal ofensivo de primer orden y se siente grande. Corre imparable hacia la lanzadera de los seis primeros... ¿Qué fue primero, la mutación o los resultados? Mientras se resuelve la incógnita o no, este equipo es feliz. Solo en ese estado de las cosas puede aparecer Zapater para asistir como lo hizo en el gol del triunfo, con una maravillosa caricia del exterior de su bota, como si utilizara un pincel de pintor renancentista después de estar todo el partido picando piedra en la cantera. Ese detalle de clase bien vale que lo criogenicen.

El partido de Guti tambien fue notable, equiparable al de Eguaras, pero el encuentro de Lasure... A la timidez o la sabia prudencia de quien quiere cumplir sin estridencias ni errores, el zurdo esta vez añadió un descaro aventurero para conocer el continente que hay al otro lado de la medular del campo. Subió como una locomotora y le puso tres goles a Borja Iglesias, dos en la cabeza y uno bien rasito al corazón del área pequeña. Si la cabeza del 9 llega a acertar en un par de esas entregas, el lateral sale a hombros. A ese suministro de calibrados centros en fuerza y velocidad, Lasure sumó además su inestimable colaboración para evitar el 2-1 con un despeje bajo el larguero. El rey Jorge y su corte han convertido una calabaza bien gorda en una carroza supersónica. Y no, no parece un cuento.