Pasadas las horas, en el análisis frío, ahondando en las sensaciones de consistencia ofrecidas, en el gran valor en la clasificación, aún mayor después de que la Ponferradina perdiera con el Llagostera, el punto en Montilivi, parafraseando a Karlos Arguiñano, tiene sabor rico, rico. Fue el lateral izquierdo el que adelantó al Zaragoza de espléndido zurdazo cuando alguno ni se había sentado en la grada y esa renta la pudo conservar casi hasta el final el equipo de Popovic gracias a que mejoró su mal arranque atrás, con desajustes en el sistema de tres centrales, y a que compitió bien ante un Girona intenso, trabajado y que desmostró por qué está en ascenso directo, aunque le faltara precisión en la suerte suprema. También tuvo algo de fortuna el Zaragoza, pero el caso es que perdió parte del botín en la orilla, con un remate de cabeza de Carles Mas en una jugada de estrategia muy mal defendida.

Esa sensación de que se marcharan dos puntos en el último suspiro da un cierto poso de amargura al empate. La victoria era oro puro, con incrustaciones de diamantes tras la derrota posterior de la Ponferradina, pero esas tablas, que suponen tres puntos de renta con el ahora séptimo Llagostera, más el average, implican ganar de forma necesaria al Mirandés para seguir apuntalanado la sexta plaza. El empate salió caro, eso sí, con las sanciones de Pedro y Vallejo, con las molestias musculares de Jaime, que es vital en este equipo, y con Fernández también tocado.

EN PROGRESIÓN

Es de justicia admitir que el Girona fue mejor a los puntos, que quiso y buscó más, pero también hay que reconocer que el Zaragoza compitió bien tras ajustar los mecanismos defensivos en un mal arranque y que el equipo confirmó en Montilivi que va a más, que lleva ocho puntos de los últimos 12 y que transmite mayor fiabilidad partido a partido después de aquella nefasta racha que puso en peligro el playoff.

Al Zaragoza, como tantas veces en este curso, se le escapó la renta, un tesoro que ganó sin romper a sudar, cuando atrapó una contra que cosieron entre Borja y Dorca y que Rico mandó a la red de fuerte zapatazo. El gol y el partido deben asentar al lateral burgalés, al que se le discute desde la grada por su rendimiento gris en muchos encuentros, no porque se le tenga ninguna manía en especial.

El tanto, lejos de ser terapéutico para el Zaragoza, trajo los peores minutos. Tocaba el Girona con facilidad en la medular y se plantaba en el área de Bono sin problemas, aprovechando que al Zaragoza no le duraba ni un suspiro el balón y le costó adaptarse al sistema con tres centrales, con Rubén entre Vallejo y Mario. El equipo catalán, sin embargo, tiene más que asimilado ese dibujo. Sandaza rozó el gol al adelantarse a Rubén y un remate de Álex Granell a bocajarro lo atrapó Bono. Por si fuera poco, Rubén se mereció una segunda amarilla que el árbitro le perdonó en una acción sin sentido, impropia de su veteranía.

Se asentó poco a poco el Zaragoza, aunque el dominio del choque era local, ya que en la medular Granell, Eloi y Pere Pons imponían su ley ante Dorca y Basha. El suizo, eso sí, fue a más con el paso de los minutos. Esa superioridad y las entradas de Juncá a la espalda de Fernández generaban las dudas, pero lo cierto es que el Girona, que llegaba bien, no estaba lúcido en el momento culminante, en el pase decisivo. Eso, el estupendo trabajo de Mario atrás y la lenta mejoría sostenían al Zaragoza con ventaja en Montilivi.

Tuvo dos ocasiones Mata, pero el que pudo acabar con el pleito fue Jaime. El Girona, incisivo y con la mirada puesta en ataque, se quedaba muy expuesto a una contra. El extremo cazó un pelotazo, sentó a Lejeune y se fue hacia Becerra. Tenía la asistencia a Borja y un mano a mano claro, pero le salió un disparo flojo que el meta despejó. Ahí estuvo la victoria, porque un 0-2 hubiera sido mucho golpe para el Girona. La primera parte acabó con susto gordo, con un remate cruzado de Mata tras driblar a Bono.

La reanudación no trajo cambios iniciales, porque el Girona seguía dominando el partido, pero el Zaragoza cada vez estaba mejor, competía más ante un enemigo que acusaba el cansancio y el calor por llevar el peso del encuentro. Así, salvo alguna mala salida de Bono, seguro en todo lo demás, los minutos pasaban y la renta se mantenía. Cayó Fernández, cayó Jaime y entraron Insa y Galarreta para tener más control. Popovic, viendo que el Zaragoza tapaba bien al rival, mantuvo el esquema con tres centrales, con Pedro de improvisado carrilero. El Girona, con Jandro y Felipe Sanchón, buscaba más presencia arriba.

Fue Pedro, en un penalti infantil sobre Mata, el que dio la oportunidad al Girona, pero a Jandro se le hizo la portería pequeña cuando Bono le adivinó la intención y el balón fue al palo. El partido estaba para ganarlo. Todo lo que había desperdiciado el Girona invitaba a pensar en ello, pero una falta botada por Granell y cabeceada por Richi al palo acabó en la dejada con la testa de Jandro para que Carles Mas empatara el pleito. Tres remates de cabeza y los zaragocistas mirando... No dio tiempo a más, solo a sellar un empate amargo por la forma en que llegó, pero rico por su valor.