Llegados a este punto sin retorno, solo resta avanzar, aglutinar el sentimiento, la razón y la sensatez y subirse a la platarforma Salvemos el Real Zaragoza, una iniciativa engendrada en todos los frentes zaragocistas (Asociación de Pequeños Accionistas, Peñas y Movimiento Avispa entre otros grupos reivindicativos y asociaciones de dentro y fuera de Comunidad). Con firmeza, rotundidad y civismo, la grave crisis que atraviesa el club, sin duda la más amenazadora de su historia, necesita una manifestación masiva en número y en espíritu este próximo sábado.

La figura que concentra las fobias es Agapito Iglesias, quien se ha ganado a pulso esa antipatía de inumerables ramificaciones, y el objetivo es solicitarle con la mayor contundencia posible por enésima ocasión que venda sus acciones, que las ponga en otras manos. La ley de la propiedad ampara su continuidad, pero es tal el deterioro económico, deportivo e institucional que ha generado su gestión que la protesta organizada para los prolegómenos del encuentro ante el Getafe supera el puro apasionamiento.

Nadie con sensibilidad hacia esta octogenario equipo de fútbol debería ausentarse de esa marcha blanquilla, y en ella habría que reclamar la presencia de personajes públicos y notorios de la sociedad zaragozana, de representantes institucionales y, por supuesto, de todos aquellos que alguna vez han formado parte del club como jugadores, directivos o empleados. Estamos ante un ejercicio de responsabilidad para que no deje de latir uno de los grandes corazones que hacen latir la ciudad.

El grito será contra Agapito Iglesias como responsable, aunque el clamor se ha de dirigir hacia la superviencia del Real Zaragoza, un futuro que, como ha quedado demostrado, es inviable en las manos del empresario soriano. En este sentido, el presidente escuchará el lamento herido de esa gente con indiferencia, como ha hecho siempre. Así, los mismos que facilitaron y esponsorizaron su aterrizaje forzoso y los que ahora gobiernan al margen del color de sus ideas están moralmente comprometidos a buscar y hallar alternativas que aseguren la conservación de este patrimonio de incalculable valor emocional (y no olvidemos también que económico) para el que han trabajado y por el que han vivido varias generaciones.

El Real Zaragoza agoniza. El Real Zaragoza reclama una donación vital que solo puede provenir de la inteligencia, de un pacto de todas las partes (incluida la ley) para reconstruir en la medida de lo posible los daños y dar forma a un nuevo proyecto quizás, por el momento, de menores ambiciones deportivas. Con los pies en la tierra de la realidad y el alma, de nuevo, rebosante de orgullo, de historia e historias.

Salvemos el Real Zaragoza con nuestra presencia en una manifestación que reafirme el señorío del club, la fidelidad de una afición inoxidable a cualquier desaliento y el compromiso político para promover un cambio inevitable en la dirección del club y en su actual esencia de sociedad expuesta a un único capital. Sobre esa plataforma del sábado viaja mucho más que un equipo de fútbol, nada menos que el Real Zaragoza como concepto de entender la vida y hacerla más llevadera sobre todo ahora que el mundo necesita referencias que le distraigan de la depresión.