-Una clásica para empezar, de familia. ¿Mamó el fútbol en casa de pequeño?

±Sí, desde bien pequeño. Mi padre fue futbolista. Jugó muchos años en el Málaga en los 60 y acabó en la Balompédica Linense con 38 años. En mi casa el fútbol siempre estaba presente.

-¿También era centrocampista?

±No. Era extremo derecha. Jugó en La Romareda bastantes partidos, se enfrentaba mucho a Reija. De hecho, Reija dice que era de los extremos difíciles de marcar. Yo tengo pocas nociones de él. Este verano vi unas imágenes en el programa de Paco Grande, Conexión Vintage, y era la primera vez que lo veía jugar.

-¿Qué sensación le dio?

±Ese partido no estuvo bien, pero se le veía clase y calidad.

-Nació en Málaga y a l l í se crio. ¿Cómo fue su recorrido hasta llegar al Madrid?

±Yo jugaba al fútbol en el patio del colegio de los Hermanos Maristas de Málaga. Y hasta que un amigo no me dijo que jugaba en un equipo federado, nunca fui. Yo jugué la Liga interna del colegio hasta los 11 o 12 años. Empecé en el Puerto Malagueño Atlético Guimbarda, un club que tiene mucha solera en Málaga. Un buen día, con 15 o 16 años, siendo mi padre técnico del Málaga, llegó una carta del Real Madrid solicitando una prueba para tres futbolistas de ese equipo: Alberto, Pariente y yo. En junio del 84 fuimos una semana a Madrid y el jugador que más les gustó fui yo. Estaba Molowni, Del Bosque, Toni Grande... Llegué al Madrid con 16 años, primer año de juveniles.

-¿Estando en los juveniles del Real Madrid se piensa ya en ser ser futbolista?

±El cambio es muy duro. Era la primera vez que salía de casa, además para ir a una capital grande a vivir a una pensión en la plaza Matute. Te sientes un elegido de alguna manera, pero no tienes la noción de que vas a ser profesional. Muchos se quedan en el camino. Luego, ya en el Castilla, en Segunda, sí ves la posibilidad de encontrar un sitio en el fútbol profesional. En el Madrid, entonces, surgiendo la Quinta del Buitre, era difícil.

-De esos primeros años en el Madrid se le recuerda, sobre todo, por el gol a Zubizarreta desde el centro del campo. ¿Cuántas veces se lo mencionan?

±En Madrid muchas veces. Pero para mí el mejor gol que marqué fue el día de mi debut con el Zaragoza ante el Tenerife. Fue más plástico, tiene más cosas. Sacaron pañuelos en La Romareda. Recuerdo que Javier Paricio me explicó lo difícil que era que sacaran pañuelos blancos en La Romareda. Pañuelos de los otros, cuando las cosas iban mal, se veían más (risas).

-Efectivamente, no pudo quedarse en el Madrid.

±No. Pasé por cesiones en el Espanyol, en el Logroñés y en el Valladolid. En esos años hubo muchos cambios de entrenadores en el Madrid, las cosas no eran fáciles. Y llegué a Zaragoza al final de la 92-93 por un problema de lesiones. Vine cedido para diez partidos con una opción de compra. Las cosas salieron y el Zaragoza me fichó.

-¿Estaba inquieto?

±Sí. Con tanta cesión uno se pregunta qué va a pasar. Pero en Zaragoza yo me sentí muy a gusto desde el principio. Enseguida llegó Nayim y luego otros, todos con la misma idea del fútbol, la misma filosofía.

-¿Cuándo se dio cuenta de que iba a ser el club de su vida?

±Al principio, después de tantas idas y venidas, no lo tenía presente. En los primeros años incluso se rumoreó que podían traspasarme, pero desde el principio me sentía muy a gusto. Creo que fue a partir del tercer año cuando me di cuenta de que Zaragoza podía ser mi sitio definitivo. Así fue. Aquí sigo, en esta ciudad.

-¡Qué primeros años aquellos!

±Vino todo rodado. Se jugaron muchas finales y disfrutamos todos de aquel equipo. La gente estaba enganchada y nosotros estábamos en plenitud. Fue algo increíble, años para recordar.

-En plena vorágine, ¿se dieron cuenta de lo que estaban consiguiendo?

±No, no. En la vida del futbolista, como es tan rápida, no tienes perspectiva ni casi tiempo de disfrutarlo. Yo creo que lo estamos disfrutando más ahora, cuando te das cuenta de lo que has hecho y entiendes lo que has hecho disfrutar a la gente.

-¿Ya nada fue igual después?

±No. Son inigualables esos años. Con Chechu casi hicimos historia y luego vino la final de Sevilla, pero no fue lo mismo.

-Hubo un momento de tal locura con aquel equipo que parecían Los Beatles, con los fans agolpados a las puertas del estadio. ¿Se acuerda?

±¡Cómo no me voy acordar! Teníamos que escaparnos por otras puertas, no había forma de salir con la multitud. Había niños, gente joven.

-No ha hablado aún del gol de Stamford Bridge.

±En ese partido nos intentaron amedrentar desde el vestuario. El túnel de Stamford Bridge era muy estrecho y los equipos salían casi rozándose. Entonces Dennis Wise se puso a gritar bien alto antes de empezar, tratando de acobardarnos. ¡Pero nosotros no entendíamos nada! (carcajada). Solo lo entendía Nayim. Le preguntamos qué gritaba y contestó: «Nada interesante, déjalo» (risas). Nos marcaron nada más empezar y al descanso nos fuimos 1-0, pero el partido estaba controlado.

-Y luego meció imaginariamente a su hija en esa imagen inolvidable celebrando su gol con Nayim y Cafú.

±Acababa de nacer. Jugamos el 20 de abril en Stamford Bridge, un año después de la Copa, y mi hija tenía 11 días. En esa época veníamos todos de procrear el año anterior (risas). El día 7 había nacido la de Solana. Acabó el partido de ida ante el Chelsea y se fue al hospital. Un día después nació el de Poyet y el 9 el mío.

-¿Quién le llamó la atención?

±A Miguel (Pardeza) lo conocía y a Juan Esnáider también. Xavi, Gustavo y Paquete me sorprendieron mucho. A Higuera no lo conocía y tenía muchísimas cosas. Tenía fútbol, gol, pase, desmarque. Era muy completo.

-Y tenía temperamento.

±Sí, es verdad. En La Romareda no se lo ponían fácil y él aguantaba. Era muy importante para el equipo y ponía carácter. Cuando le pitaban, quería el balón.

-¿Quién ganó esa Recopa?

±Todos. Ganar de esa manera es algo que no volverá a suceder nunca. Ese equipo merecía un título así. Los astros se alinearon todos para que Nayim metiera ese gol, con la Virgen del Pilar, Alá, la afición... Todo el mundo.

-¿Qué hizo?

±Es inenarrable lo que ocurrió. No sabíamos qué hacer, cada uno salió corriendo para un lado. La verdad es que ya estábamos pensando en los penaltis.

-Entonces aún no había llegado su hermano, Frank de Boer.

±(risas) No. Ander Garitano llegó en la 96-97. Nos conocíamos de coincidir en juveniles, pero cuando llegó se forjó una buena amistad. No sé quién nos puso lo de los hermanos De Boer. Cómo él es zurdo, pues le decimos Frank y yo soy Ronald. Pero eso es en plan de cachondeo. Lo cierto es que forjamos una gran amistad que ha perdurado con los años. De los pocos amigos que he hecho en el fútbol.

-¿También lo tenía que llevar en coche como a Cáceres?

±No, no (risas). Fernando era aún más tímido que yo. Vino a vivir enfrente de mí, en el paseo Ruiseñores, y hasta que se ubicó lo llevaba yo en el coche. Se subía, decíamos buenos días y hasta el final no hablábamos. Cuando se bajaba, pues adiós, adiós (risas). Eso era todo lo que hablábamos.

-¿Por qué no ha ganado una Liga el Zaragoza?

±Porque esa vez no tocó que se alinearan los astros. Hubo dos puntos, de todas maneras, que nos quitaron en Valladolid con un penalti a Caminero que no fue. Y luego el empate de La Coruña, que el equipo no estuvo bien. Yo creo que no nos creímos que podíamos ser campeones de Liga. Si llegamos a creérnoslo, hubiésemos optado al título.

-¿Quiere decir que había buenos futbolistas pero no era lo mismo?

±Ese equipo se desintegró. El club no supo retener a todos los jugadores y se fue debilitando. Pero yo me siento muy contento de mi carrera deportiva. Aquí fue donde más pude demostrar mi fútbol y mis condiciones.

-¿No se quería retirar?

±Claro. Pero llega un momento que notas que el cuerpo no es el mismo. Notas mucho los golpes y que la recuperación de partido a partido no es la misma. Te queda un vacío, sin duda, pero a mí el club me ofreció la posibilidad de quedarme como técnico y ahí he estado diez años.

-¿Han sido buenos años?

±Se pueden hacer muchas cosas, pero estás atado, tienes un margen de maniobra muy pequeño. No estar trabajando todos en una misma sede provoca que haya un poco de descoordinación. Y hay sitio. Lo hay en la Ciudad Deportiva, y las oficinas de La Romareda se usan para poco. Sería todo más fluido.

-¿Sintió impotencia?

±Te sientes atado. Algo se ha hecho, y han debutado algunos jugadores. Hay medios muy buenos, porque tenemos una Ciudad Deportiva que no todo el mundo tiene. Lo que pasa es que hay ciertos momentos en los que hay que confiar en jugadores de aquí, como se ha hecho con Vallejo o Sergio Gil. Pero hay jugadores que en cadetes se han ido a otros clubs por no hacer las cosas como se tenían que hacer. Hay que apostar. Como con Manu Morlanes, que ahora está en el Villarreal y llegará a Primera. Como ese hay otros muchos casos. Apostando poco se puede ganar mucho. Hay jugadores por los que hay que apostar, independientemente de lo que piensen los demás jugadores. Esto es una pirámide que se va estrechando y algunos se van cayendo, pero con otros hay que apostar en el momento oportuno.

-¿Se marchó dolido?

±Sí, porque hacía algo que me gustaba y creo que lo hacíamos bien, pero apostaron por otra gente y eso tienes que aceptarlo.

-¿Podría volver?

±No sé, no creo. Veo mucho fútbol, pero estoy desvinculado.

-¿Y qué ve en el Zaragoza?

±He visto que en momentos en los que se ha podido meter en la pelea, el equipo no ha respondido. Y no sé el porqué. A Popovic lo veía más ilusionado al principio, ahora está más a la defensiva. Desde fuera, da la impresión de que al equipo le falta un punto más para creérselo.