Es el Osasuna el rival, pero cualquiera diría que es lo de menos. Emerge el Real Zaragoza esta tarde en La Romareda (19.00 horas, Canal+1), el Zaragoza de toda la vida, se entiende, después escapar de ocho años de secuestro que lo debilitaron hasta llevarlo al borde de la muerte, con ese incapaz e incontrolable dueño que acabó por ser un raptor vestido de verdugo. Vuelve con el bolsillo vacío pero la sonrisa plena. Lo anuncia su gente, que se agolpa estos días en las oficinas para recuperar su sitio, el que dejaron en el estadio.

Casi por obligación se marcharon, esperando que el Zaragoza derivase exactamente hacia donde estaba al final del pasado mes de julio, a un paso de la desaparición, de la muerte. Ahora vuelven, al olor de la normalidad, del fútbol, de la ilusión. Se percibe que las cosas son mejores, al menos diferentes, lo que basta para enganchar a la gente. Padres, hijos, tíos y hasta algún abuelo corren de vuelta junto al equipo que nunca dejaron de amar para soñar con el regreso de lo que algunos han olvidado y otros no vieron pero fue verdad.

Repite en Segunda, con una plantilla inacabada, con un equipo a medio hacer. Sin embargo, la gente ha recuperado el entusiasmo, diríase que la fe. Queda todo por hacer a partir de hoy, el día que vuelve a La Romareda para iniciar una nueva era. Queda pasar la travesía del desierto, insisten. No se dice, al menos no en voz alta, que el objetivo ineludible es el ascenso.

Queda el fútbol, al cabo lo más importante. A eso se tendrá que agarrar el equipo aragonés en el intento por regresar a su espacio natural. Necesitará competir, como ya lo hizo en Huelva ante el Recreativo hace siete días. También jugar, marcar la diferencia, hacerse notar como un grande... Y generar en La Romareda esa atmósfera del pasado que le empuje inexorablemente hacia el futuro.

Víctor Muñoz ha hecho dos trazos básicos para la temporada: victorias y fútbol. Por ese orden. No es gran cosa, se pensará, lo diría cualquiera. Pero no lo dice por decir. Si ayer su palabra más repetida en la rueda de prensa fue ganar, no fue por casualidad. Sabe que el equipo necesita superar la desconfianza que arrastra desde hace años, más de un lustro quizá. Todos lo necesitan. Los que juegan, claro; los que están arriba también. Ahí, en la grada, se espera un Real Zaragoza capaz de transmitir talento y compromiso. Se vio en Huelva que las pautas del deber están claras, que todos, o casi todos, son bien conscientes de cuál es su obligación en este nuevo Zaragoza.

Llega un enemigo de aúpa para empezar. El rival de los rivales para el Zaragoza, uno de los bichos de la categoría, sin duda, un equipo que demostró en la primera jornada que en Segunda quiere estar de paso. Para mal, quizá para bien, el equipo de Víctor Muñoz se topa con el Osasuna en su primer partido en casa. Y no se habla tanto como otras veces de la afición, de los problemas, de los becerros... En Zaragoza, hoy, se habla de fútbol y no de Agapito Iglesias. Se habla de Jesús Vallejo, un juvenil de la casa, zaragozano, zaragocista de toda la vida, ese impacto de 90 minutos al que la hinchada de ha agarrado sin preguntar.

Algunos todavía se pellizcan, por sentir ese pulso de normalidad. Si el equipo es capaz de sobrellevar este momento, si gana, si juega... la reconciliación será tan fácil. El amor está a la vuelta de la esquina. Mientras tanto, se le puede dar la bienvenida. Señoras y señores: el Real Zaragoza, el de siempre, está de vuelta. Que lo disfruten.