—Quedan solo cinco partidos, es la cuenta atrás. ¿Se siente algo diferente en el vestuario?

—Estamos dentro de lo que nos habíamos marcado a principio de año. Sabíamos que iba a ser una temporada dura, que había pocas diferencias entre los equipos, y todo se ha dado. Estamos metidos y hay muy pocas diferencias, tanto de puntos como de juego entre los equipos. Vienen enfrentamientos directos y va a ser difícil para todos. El que menos errores cometa será el que entre.

—Se dice que estos momentos son, sobre todo, para los veteranos. ¿Lo ve así?

—Los veteranos hemos vivido cosas que los jóvenes no han vivido. Cuando las has vivido, igual los nervios te traicionan menos. Los partidos son los que te dan la tranquilidad en el campo. Si me la tengo que jugar ahora o con 20 años, prefiero jugármela ahora. No obstante, los jóvenes que tenemos han demostrado de sobra que son capaces de jugar partidos importantes.

—Dice que el ascenso puede definirse en fallos. ¿Han calculado el margen de error?

—No, pero tenemos un partido de ventaja con los que están fuera del playoff y eso es lo que tenemos que aprovechar. Nos podemos equivocar un partido más que el resto, eso es lo único que sabemos.

—¿Cómo ve al equipo? Parece que no está tan fino como hace un par de meses, cuando ganó al Oviedo y al Numancia.

—Nos ha tocado enfrentarnos a equipos muy buenos como el Huesca o el Rayo. A mí me parece que el equipo está muy parecido, aunque los partidos, obviamente, a veces salen mejor y otras peor.

—Lleva casi una temporada completa en Zaragoza. ¿Ve las cosas distintas de cuando llegó?

—No. Antes de venir había hablado con Víctor Laguardia o Ander Herrera, y había venido a jugar a La Romareda muchas veces. Ya sabía lo que había, una ciudad que vive mucho el fútbol y lo demuestra, que moviliza gente tanto al campo como en los viajes. Y es un equipo que tiene presión, que ha vivido momentos muy buenos y es de Primera, aunque eso hay que demostrarlo. El Alavés, que es el equipo de mi ciudad, pasó momentos muy difíciles cuando sucedió lo de Piterman y se fue hasta Segunda B. Hubo una crisis institucional enorme, como en el Zaragoza. Luego todo cuesta. Aunque seas un equipo de Primera, hay que demostrarlo y hacer bien las cosas. Creo que ahora los dirigentes las están haciendo bien, con los pies en el suelo. Hacer bien las cosas un año tampoco garantiza que subas ya. Puede que sí, puede que no. Lo que está claro es que cuando haces bien las cosas tienes más opciones.

—¿Dice que se nota la presión?

—Yo prefiero presión para lo bueno y para lo malo. Aquí hay ambiente de fútbol y la gente lo vive. ¿Qué ocurre? Que cuando se vive tanto y las cosas van mal, hay presión. Pero si las cosas van bien, esa misma presión te lleva arriba. Se agradece ir a un campo y que haya 33.000 personas. Obviamente, si lo haces bien son 33.000 animando. Y si lo haces mal, son 33.000 no animando. Pero a cualquier futbolista le gusta jugar en campos así.

—Hasta llegar al Zaragoza solo había jugado en equipos de su tierra. A algunos futbolistas les cuesta adaptarse al cambio, a las nuevas costumbres, a la gente, al estilo de vida. ¿Es su caso?

—No. Es una ciudad muy acogedora. Yo vivo en el centro y me encuentro muy bien. Mi mujer y mi hija también están perfectamente. No me ha costado aclimatarme, el fútbol es muy parecido.

—¿Se ha encontrado entonces el conjunto de cosas que se imaginó antes de venir?

—Sabía lo que me iba a encontrar. Conocía La Romareda y lo que cuesta sacar puntos aquí. Suerte que ahora estoy en el otro lado.

—Dijo que no venía a Zaragoza para hacer temporadas mediocres. ¿Se esperaba esto?

—Una vez que hablé con el míster y con Lalo, tenía la intuición de que podíamos hacer una buena temporada. Obviamente, eso lo pensamos la mitad de los equipos de Segunda, pero yo tuve esa buena sensación. Me gustó y vi que lo podíamos hacer. Por eso elegí el Zaragoza, porque creía que podríamos estar entre los mejores.

—¿En el vestuario se habla mucho del ascenso o lo justo?

—Hablamos del playoff porque el ascenso directo está muy difícil. Claro que hablamos de eso, es nuestro único objetivo. La salvación está conseguida y el ascenso directo está casi imposible. Nos queda el playoff. Si nos metemos, objetivo solo hay uno: subir a Primera. Todo pasará, creo, por sacar los partidos de casa.

—¿Cómo se gana un ‘playoff’?

—No lo sé. Con el Alavés quedamos primeros. Un mal día te deja fuera, aquí o en la Champions. Le ocurrió al Barça, por ejemplo. Tienes un mal día, te meten tres y ya estás fuera. Insisto en que el que menos errores cometa, más intenso esté, más centrado, es el que va a entrar. No hay apenas diferencias y los errores se pagan.

—¿Cómo vio la enorme evolución del equipo? ¿Sabe explicarla?

—Yo creo que al principio de temporada jugábamos igual que ahora, pero no lo transformábamos en puntos. En Oviedo jugamos muy bien; el día del Nástic nos expulsaron a Borja en el 45 cuanto todo iba bien; en Lugo empezamos ganando y perdimos en el 93… Se hacían buenos partidos igual, pero no teníamos suerte. Hasta que vino el Córdoba y falló un penalti, después otro y no sé qué... Hubo buenos partidos antes, aunque para mí el mejor fue el del Numancia fuera de casa.

—El Sporting parece un coco. ¿Cómo lo ve?

—Sí. Junto al Rayo es el que mejor está, pero ya les ganamos allí y vamos a intentar repetirlo.

—Dijo también que prefería venir a jugar a La Romareda que a un campo con dos mil personas comiendo pipas. ¿Ha respondido a sus expectativas?

—Sí, por supuesto. Algunos se sintieron ofendidos por aquello que dije, pero a lo que me refería es a que es bonito jugar en campos que tengan una buena afición, historia, que se viva el fútbol. Es un club que me gustaba y por eso lo elegí. La Romareda no me ha decepcionado para nada, hay un ambiente de fútbol muy sano, respetando siempre al rival. Es una gozada.

—¿Entonces no es tan fiero el león como lo pintan?

—Esto es como todo. En el Atlético, cuando bajaron, les pitaban, les tiraban cosas, saltaron a algún entrenamiento. Ahora ya no pasa nada de eso y dicen que es la mejor afición del mundo.

—¿Cómo digirió la lesión?

—Ha sido la lesión más larga que he tenido en mi carrera deportiva. Estuve once jornadas sin poder contar para el míster por una rotura bastante grande. Una pena, pero ahora me encuentro bien, el equipo está donde queríamos que estuviera y yo ya volví a jugar el otro día de inicio y metí gol. La lesión viene mal, pero también es cierto que ahora estoy más fresco que otros jugadores. Esas 11 jornadas que no tienen las piernas, se notan. No tengo esa carga de minutos que igual otros tienen y puedo tener esa frescura.

—Desde el primer día habló claramente del ascenso, sin tapujos. ¿Por qué?

—Yo tenía opción de renovar con el Alavés por un año, pero no lo tenía claro. Prefiero estar contento, feliz, peleando por cosas. Para ir a un equipo cuyo objetivo es quedarse en el puesto 14 de Segunda, me quedo. Para irme de mi casa necesitaba algo más y el Zaragoza me lo ofrecía.

—No es muy común que un futbolista deje su equipo en Primera para irse a otro de Segunda.

—También me fui del Athletic al Alavés para jugar en Segunda. Son decisiones que hay que tomar en la vida y yo no me arrepiento de ninguna. Del Athletic me fui porque no jugaba y no estaba disfrutando. Y si yo no disfruto, no me quedo en ningún sitio. Vivo el fútbol para jugar y disfrutar. Si un día me pasa eso en Zaragoza, también me iré.

—¿Qué contrato firmó?

—Dos más uno.

—¿Tiene intención entonces de quedarse en el Zaragoza pase lo que pase?

—Sí, sí. Obviamente, si el club no me quiere, no voy a poner ningún problema. Me voy y ya está, no voy a estar en un sitio donde no me quieran. Ni aquí, ni en Vitoria, ni en Bilbao. Tengo que estar cómodo y que mi familia esté cómoda, eso es lo primero.

—¿Se ha puesto una fecha para dejar el fútbol?

—No. Mientras disfrute del día a día, de los viajes, de estar con mis compañeros, de jugar... no lo voy a dejar.

—¿Cómo se siente un ascenso?

—Es un momento inolvidable, sobre todo porque yo tuve la suerte de hacerlo con el equipo de mi ciudad, algo que muy poca gente puede decir. Si subo con el Zaragoza, también me voy a llevar una alegría increíble porque ese era mi objetivo cuando vine aquí. Claro que Zapater no lo va a vivir igual que yo. No quiere eso decir que yo no lo dé todo por este club, pero Zapater, Pombo, Delmás... no lo sentirán igual. Como no puede ser el ascenso del Alavés igual para mí que para Laguardia. Para él será la mejor noche que ha vivido en su vida, pero no será lo mismo.

—¿Cómo es Zapater dentro?

—Igual. Es un tío muy trabajador, que siente mucho los colores, que lo da todo por este club y que a día de hoy podría estar en un equipo de un nivel superior pero que está aquí porque siente los colores y le importa mucho este club.

—¿Hasta dónde llegará Borja?

—Eso no se sabe. Para mí es un grandísimo jugador. Tiene mucho margen de mejora, pero también un potencial increíble. Además, es muy buena persona, muy buen compañero. Si le acompañan las lesiones y hay quien confíe en él... No solo depende él. En el fútbol dependes de muchas cosas, como que haya un entrenador como Natxo que ha confiado en él. Si alguno hace eso en Primera, si le respetan las lesiones... Hay muy buenos jugadores en el mundo y a la Primera División española vienen los mejores. Si tiene esa suerte que hace falta, puede ser un muy buen jugador.

—¿Es cierto que le da consejos para mejorar de cabeza?

—Sí. Le dije lo que yo he aprendido durante estos años.

—¿Fue después de los cabezazos fallados en Soria?

—Sí. Bueno, no sé si un poco antes. Le dije: «Si fuera tú, haría esto». Como él tiene ganas de aprender y es muy buen chaval, me dio las gracias.

—¿Qué le dijo?

—Le di consejos que a mí me habían transmitido otros jugadores, sobre todo buscar los remates abajo. Los cabezazos, siempre que se puede, tienen que ir abajo y coger portería. Arriba es más complicado.

—¿Cuántos goles tiene dentro?

—Espero que muchos.

—¿Si se es veterano y vitoriano también se sueña con el gol del ascenso del Zaragoza?

—Por supuesto. Tengo en la mente el ascenso con el Zaragoza. Si es con gol mío, ni le digo...