Era el partido que más dificultad encerraba de toda la pretemporada. El Villarreal es un equipo esteta, de aires europeos. El próximo curso disputará la Europa League, algo habitual en la idiosincrasia del club castellonense en la época reciente. Se presentaba una prueba de pretemporada de fuerte exigencia, algo desnivelada sobre la partitura para un Real Zaragoza en gestación y que llegaba a tierras castellonesas tras una goleada frente al Leganés.

Imanol Idiakez cambió de dibujo. Reformó el rombo para ensayar con un 4-1-4-1, otra vez con Verdasca embutido como pivote único y Jorge Pombo de única referencia ofensiva -siempre aislado arriba—. En el flanco zurdo del ataque se situó un Diego Aguirre que apenas interactuó con el balón y en el lateral izquierdo comenzó Nieto, más habituado a jugar de interior. Un once inicial circunstancial, experimental, que fue sometido por los locales.

La mentalidad del equipo groguet quedó patente durante la primera mitad. Se hizo grande desde el balón, con posesiones interminables en campo contrario ante la inquieta mirada de los futbolistas de Imanol Idiakez. No les quedó otra opción que permanecer compactos y resguardados mientras los de amarillo agitaban la pelota en búsqueda de sus estandartes de mayor pedigrí; reputados miembros de su artillería a los que les costó generar peligro serio. Un centro del siempre explosivo Alfonso Pedraza, que encontró remate en Gerard Moreno, fue lo único que inquietó a Álvaro Ratón. Poca pólvora, hasta que llegó la jugada de Verdasca.

El joven futbolista luso no supo interpretar un pase en corto de Álvaro Ratón. Su nerviosismo y desconcierto le hizo perder la pelota a manos de un pícaro Juan Fornals, que se quedaba solo ante el guardameta gallego. Al portugués no le quedó más remedio que cometer penalti. Una jugada que dejó al descubierto sus carencias en una demarcación, por ahora, no hecha para sus aptitudes. El Villarreal pudo engrosar el marcador con un fuerte disparo de Enes Ünal y un tanto anulado a Gerard Moreno al rechace de una bonita chilena de Fornals. Fue un dominio tiránico, tan solo Pombo creó peligro desde su soledad con un disparo lejano.

Se llegaba al descanso con un Zaragoza alejado de la influencia del juego. Sin oler el cuero. Pero los cambios reajustaron la cara del equipo. Idiakez retiró a Verdasca para dar paso a Albert Torras. Un refinado futbolista que entiende el oficio del centrocampista. Posiblemente la alternativa más factible ante la ausencia de Eguaras. Así lo dejó notar; no cayó en el nerviosismo con la pelota, fue hacia adelante y aportó soluciones en la distribución.

El partido cambió de color en una jugada aislada. La fiebre amarilla se acabó con una fantástica acción de Oliver Buff. Siempre capacitado para mutar el partido con una de sus acciones de calidad aterciopelada. Ayer tocó un pase picado e impredecible a Pep Biel. Ese chaval atrevido, de hambre voraz, y de zurdita golosa. Así marcó el gol, con un tiro seguido por la mirada de todo un símbolo bajo palos como Asenjo.

El empate sacó a relucir la mejor imagen del Zaragoza. Le ganaron la posesión a los hombres de Javi Calleja para imponer su ritmo. Luego salió Alberto Soro, otra vez dejando acciones sobresalientes. Embriagadoras. Él solo desequilibró a Funes Mori para proyectar un disparo que casi acaba al fondo de la red. La superioridad se fue desvaneciendo en los minutos finales tras la salida al ruedo de dos torpedos como Samu Castillejo o Cheryshev. El llamado submarino amarillo gozó de ocasiones, pero se estampó ante Álvaro Ratón, siempre solvente bajo palos. La contienda terminó en empate, unas tablas esperanzadoras. Lo de ayer fue una prueba más para extraer conclusiones, sobre todo a tenor del rendimiento de los jugadores en una segunda parte inspiradora para el inicio del próximo curso.