Con medio mes de retraso por el lío que se originó con el no fichaje de Chuli, revocado por el control económico de la LFP por exceder el límite de gasto, el Real Zaragoza ha completado su plantilla con el fichaje de Tato, un jugador anónimo, ex del Girona, en paro hasta ayer y, al fin y al cabo, la polémica ficha número 18. La última. A pesar de las carencias del equipo en el lateral izquierdo, donde el canterano Nieto será de facto el compañero de Rico, Martín González y los responsables deportivos de la SAD siempre han deseado un futbolista ofensivo para cerrar el círculo, entendiendo que las principales necesidades estaban focalizadas ahí y que cuantos más jugadores con gol y llegada haya, mejor.

Tato es un trotamundos. Ha ido de un lado para otro y, salvo en el Albacete en la campaña 2010-2011, cuando hizo trece goles, no ha lucido. La temporada pasada no mojó ni en Las Palmas ni en Gerona. Con la limitación de fichas, el Zaragoza se propuso que las 18 de la primera plantilla estuvieran ocupadas por gente experimentada, con calidad o cuajo, las tres condiciones a la vez o al menos una por separado. De ahí que Whalley, Vallejo o Rico tengan otras licencias. Y de ahí también que Adán saliera cedido: se recelaba de su nivel y de su bisoñez en Ligas profesionales. Ese ha sido el razonamiento de la SAD. El de un amplio sector del zaragocismo es otro, partidario de huir de los fichajes de relleno, tan clásicos y equivocados en los últimos tiempos, y feligreses de rematar el equipo con meritorios de las categorías inferiores, siempre que no haya acceso a hombres contrastados. Adán o Diego Suárez, por ejemplo.