No es un portento físico, no suele brillar, pero tampoco acostumbra a estar entre los más destacados del equipo. Eso sí, a estas alturas pocos pueden dudar del compromiso de Javi Ros. No es capitán general, pero sí un teniente, un jugador con el que siempre se puede contar. Sin una mala palabra ni un mal gesto y en diferentes posiciones y roles. Agacha la cabeza y trabaja. Y este curso, como nunca.

Eguaras está en la recta final de su recuperación y, tras probar diferentes opciones para su puesto, Imanol Idiakez decidió, sin excesivo acierto, que Verdasca era el mejor recambio. El portugués volvió ayer a su posición natural, la de toda la vida, y cuajó un partido excepcional también, con golito incluido.

Hasta ayer duró el experimento de Verdasca como pivote. Zapater volvió al once, pero como interior; retrasó Idiakez al portugués cargándose a Álex Muñoz y el técnico donostiarra le brindó a Javi Ros la responsabilidad de ser el primer faro ofensivo para atacar y una línea más de contención en la retaguardia. Lo hizo todo bien, con sencillez y simplicidad.

Su encuentro estuvo lleno de quilates, comenzando por su milimétrico pase a Álvaro Vázquez que significó el 0-1. Fue también clave en el entramado defensivo que formó el Real Zaragoza el curso pasado y que ha perfeccionado Idiakez con una presión alta que ahoga al rival. En la ejecución actuó de maestro y guió a sus compañeros de manera excelsa. Ayudó a los centrales y fue salvador en varias ocasiones, aunque en una especialmente. Ejerció de guardaespaldas y, como si de una bala se tratase, se lanzó con todo para proteger a Cristian. No fue la única vez, porque fue un imán para los balones sueltos. ¿Casualidad? Más bien saber dónde hay que estar.

En ataque ofreció sencillez. El fútbol más efectivo es muchas veces el menos complicado. Robar, tocar y avanzar. No perdió ningún balón de peligro, superó líneas con sus pases y siempre ofreció la mejor solución.

Galones de capitán

De sus recuperaciones salieron infinidad de llegadas al galope del equipo, cuya verticalidad asombra y asusta al rival. Participó en el primer gol, pero el cuarto nació de un corte suyo en el medio. Le cayó a Pombo, otro que ha arrancado la temporada como un Miura, abrió a Aguirre y Soro cabeceó a la jaula.

No pasó un final de curso agradable Javi Ros. Acababa contrato y estuvo en el disparadero, pero renovó y es un jugador muy importante para el grupo y un hombre de vestuario, de esos que todo entrenador quiere tener.

Con la plaga de lesiones que sufrió el equipo en pretemporada, y con especial virulencia en el medio, el tudelano dio un paso al frente y ejerció de capitán con Zapater en la enfermería. Además, físicamente parece estar mejor que nunca, tanto que el diésel parece gasolina. En estos cuatro encuentros ligueros no se ha perdido ningún minuto y se está viendo al mejor Ros desde su llegada en enero del 2016.

Se siente importante, quizá por el impulso de la experiencia en el grupo, por su madurez futbolística, por un esquema que se ajusta como anillo al dedo o por las lesiones, que le obligaron a responder. Pero ahí está. En realidad, siempre estuvo.