A la media hora, Jorge Pombo hizo de Borja Iglesias para aprovechar un regalo con lazo del gallego y comenzar a andar el futuro del Zaragoza 2018. El gallego, bravo y peleón, se llevó un balón largo con valentía y fe para que el canterano hiciese de ariete empujando el balón a gol dentro del área pequeña. Había sido la mejor jugada hasta ese momento del conjunto aragonés, que ayer empezó a apreciar el significado que le pueden dar a su fútbol algunos de los recién llegados. Como Borja, como Febas. Como Eguaras sobre todo.

El pequeño madridista cogió ayer galones cerca de la punta, con trabajo intachable en el 4-4-2 defensivo y, sobre todo, fútbol entre líneas. Apareció en la media punta, a veces caído a las bandas, otras partiendo desde más atrás. Su intención siempre fue dar sentido al ataque zaragocista. Lo logró. Cuando se asoció con Pombo, además, saltaron las primeras chispas de calidad de la temporada. Ambos forman una buena pareja, diabólica en el mejor de los sentidos, con esos cuerpos menudos y una forma casi exacta de atravesar el juego. En la primera parte estuvieron en las mejores acciones junto a Borja Iglesias, a quien se le ha oscurecido la zona de gol en los últimos días. Lo tuvo un par de veces, sobre todo en el minuto 38, cuando Pombo le devolvió el obsequio primero para dejarlo solo ante el portero rival. No acertó el gallego, que no desfalleció en la batalla pese a jugar con el labio mordido por ese sentimiento, entre la fatalidad y el desacierto, que reúnen los artilleros cuando el gol les dice no.

Hay delantero ahí, por ganas no hay quien dude. Lo juzgarán, no obstante, sus goles. Borja bien lo sabe, más ahora que se aproxima la verdad y va apareciendo competencia. Se la pondrá Toquero, un futbolista de raza para aparecer en todo el frente de ataque. Es lo que intentó ayer el gallego, tirando de valentía y corpachón a falta de velocidad. Puso el ánimo en un pase de Eguaras para que la fortuna le echara una mano antes de inclinar el partido.

El Zaragoza fue bien otro desde el principio. Las primeras razones ya se saben, esos tres hombres de arriba a los que no les cogió la sintonía Buff. El suizo, acostumbrado hasta ahora a acomodarse cerca del área, fue ayer el hombre de la banda izquierda, una zona en la que el desgaste es mayor. Hay que hacer otros sacrificios defensivos y Oli, que así lo llaman, lo sufrió en el físico o la responsabilidad. El intermedio se lo llevó por delante para dejar sitio a Papu.

En el otro costado, Pombo fue un pez, bien cómodo desde el aguacero inicial. Inteligente además, conduciendo solo cuando el partido lo permitió. Hasta en la carga defensiva se le notó pancho, como si ya tuviese descifradas las indicaciones del manual básico de Natxo González.

Queda lo mejor. Y lo peor. Lo primero lo representó Íñigo Eguaras, que cogió el lugar de Zapater. Muy bien posicionado siempre, magnífico en la salida de balón. Acudió siempre a la ayuda en la construcción, enseñando su fútbol a sus compañeros para resolver situaciones peliagudas al primer toque. Lo hizo en corto y en largo, con una mezcla de fútbol sobrio e inteligente. De sus sensatas botas salió el mejor peligro del Zaragoza, expresado en el comienzo de la jugada del gol de Pombo y varias combinaciones de la segunda mitad. Por cierto que a Pombo se le fue la magia al limbo en el minuto 66 cuando su vaselina se torció.

Y lo peor, otra vez, fue la fragilidad del equipo en las jugadas a balón parado. Le hicieron un par de acciones de peligro claras en cada periodo y al final se supo resarcir al otro lado con el 2-0. Culpables hay para repartir, así que no se debe juzgar con exclusividad a los centrales, que ayer fueron lo que corresponde a su profesión y puesto en el campo, dos tipos concentrados y viriles. Sin deslices de Verdasca y Grippo, el equipo se sintió más cómodo, tranquilo en la salida con la ayuda de Eguaras equilibrando desde el lateral si hacía falta para encontrar el primer camino. Por ahí empieza a respirar el Zaragoza de Natxo González, que ayer resoplaría antes de acostarse. Quedan un millón de kilómetros de fútbol por delante. En Teruel el Zaragoza recorrió el primero. Así lo escribió Machado y se lo cantó Serrat. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás...