Juega con tal desparpajo que bien parece un futbolista de Primera División. De Primera, sí, de Primera. Ayer fue el mejor del partido sin discusión, repartiendo en corto y en largo, acudiendo a las ayudas, robando, entendiendo el sistema y los momentos del partido, con una personalidad abrumadora y un derroche físico imponente. Tiene, además, calidad en el desplazamiento y en la combinación. Su naturaleza, su constitución, lo convierten en un futbolista moderno, capaz de adaptarse a cualquier posición del centro del campo. Uno se le imagina incluso en cualquiera posición de la zaga, por supuesto en la media punta, donde Natxo González lo probó hace días.

Visto su partido de ayer, el entrenador no tendría que esperar ni una jornada para ponerlo en el equipo. Para empezar, demostró que se complementa perfectamente con Zapater, el hombre indiscutible de la medular. Para seguir, ni Javi Ros está ni ha estado, como bien interpretó su técnico hace semanas. Empezó siendo titular, pero después pasó por el banquillo y la grada antes de culminar desgracias la víspera del Pilar en Lorca con una lesión.

Tampoco convence Íñigo Eguaras, capaz de combinar dos acciones salidas de la chistera y seguidamente cometer tres errores. Es, sin duda, el futbolista que más desquicia al entrenador durante los partidos. A Natxo se le llevan los demonios con algunas actitudes defensivas del navarro, que no acaba por asimilar del todo el sistema táctico. Defensivamente patina. Le ha leído la cartilla en el vestuario y en la sala de prensa, pero Eguaras no cubre por ahora las necesidades del Zaragoza.

Quiere decir todo esto que Guti cabe ahí perfectamente. Se va a convertir casi en una obligación para el entrenador, que le puso toda la fe del mundo desde la pretemporada. Le llevó a Boltaña, lo mimó en privado, lo cuidó públicamente también, le esperó tras la lesión, lo recuperó. Ayer le dio la oportunidad en un partido grande y el chaval jugó como en el patio del colegio, sin las insolencias habituales de otros, pero con descaro y osadía. Muy profesional, siempre serio, concentrado, al estilo Delmás, que se llevó un pedazo de ovación cuando González le dio media hora larga. Pura raza aragonesa, como Lasure, que jugó sus primeros minutos del año con tal espontaneidad que ayer pudo ser Ángel, por ejemplo.

A estos tres se les unió Pombo, del que han pasao las musas hace tiempo, y Zapater, que levantó a La Romareda. Otra vez, se entiende. Van cinco. Cinco aragoneses. Repóquer maño en esos minutos en los que la gente quedó embelesada con el orgullo de los suyos, llámese compromiso. «Son de los nuestros, con dos narices», o como se diga, gritó uno en la grada. Denominación de Origen de Aragón. Casi como Ratón, que lleva ya días en Zaragoza, o Raí, un medio maño crecido a escondidas en la Ciudad Deportiva que ayer reunió talento e intrepidez cerca de Vinícius. Sombrerazo para el brasileño, por cierto, que ayer lideró la insurrección aragonesa en ataque. También pide paso el delantero. Lo hizo con fútbol de seda y de cañón. Ante el Valencia también llamó a la puerta. Toc, toc. ¿Quién es? Puede abrir, señor entrenador.