Casi una hora de fútbol dominante le ha dado al Real Zaragoza para pensar, suponer con criterio, que en el partido ante el Granada empezó a andar el camino de la verdad. No ganó (1-1), sin embargo, y por ahí habría que ponerle la primera pega a su optimismo. Sí fue mejor con el balón y en algunos de esos otros aspectos que normalmente lo condenan, todos esos factores que suman desiguales para componer equipos de verdad, bonitos o feos, al cabo ganadores. El objetivo, bien se sabe en palabras repetidas de Natxo González, es alcanzar la fiabilidad, que no es otra cosa que una alta probabilidad de que funcione el sistema elegido. Es decir, que el equipo sea fiel a lo que su entrenador le pide, a lo que su afición le exige en términos de fútbol, compromiso y entrega. Todo eso deriva en confianza, esta en victorias...

Al margen de la pretemporada, repleta de deslices que sirvieron para corregir la confección de líneas, el Zaragoza perdió en Tenerife en un balón parado. Después, regaló otra falta unos días más tarde que solo le permitió llegar al mencionado empate. Nada que ver, en todo caso, el primer encuentro con el segundo. En el debut fue un mal equipo en defensa, sin apenas ataque y superado en el centro del campo. Era imposible que ganara en el Heliodoro Rodríguez, algo que debió y mereció hacer frente al Granada, un conjunto que tampoco está para sacar pecho. Fue tan desdeñoso en La Romareda, agazapado en su campo a la espera de que pasaran los minutos o el Zaragoza se equivocara otra vez, que solo la fortuna le permitió sumar. No anduvo lejos la injusticia redonda, aunque diese una muy mala impresión a ratos el cuadro de Oltra. Vuelve el miércoles para la Copa. A ver.

En El Arcángel (21.30 horas, Gol) se volverá a poner a prueba esa extraña estrategia defensiva de Natxo González, que mete a su equipo en el área aunque sean faltas voladas desde la medular. El Córdoba lleva cuatro goles en dos partidos (1-2 ante el Cádiz y 0-3 en Albacete) y tres los ha logrado a balón parado: dos de cabeza en córner y otro en una falta singular de Javi Lara. Lo intentará con las mismas armas ante el Zaragoza, a las que unirá la velocidad del zurdo Jaime Romero, el futbolista más desequilibrante.

Natxo González no dio pistas sobre la alineación, aunque ya advirtió su jefe, Lalo Arantegui, que al entrenador le gustaban las rotaciones, que no iba a haber ni once, ni trece, ni quince titulares. Se puede imaginar ya mismo la metamorfosis que sufrirá el equipo en la Copa. Está de moda eso del equipo B, dicen. Será porque le funciona a Zidane. Claro que las segundas unidades no suelen ser tan parejas en otros lados.

Se prevén cambios, sea como sea, se barruntan tras escuchar al técnico que Toquero está para jugar, ya, 90 minutos. Si entrara hoy lo haría quedándose el lugar de Pombo o de Buff. Más parecería del primero, por aquello de mantener afilado el peligro que provoca a balón parado el suizo, un artista en la estrategia, con diferentes usos de golpeo que complican los modos defensivos. Deben salir puntos por ese lado, aunque más llegarán cuando el Zaragoza sea íntegro y veraz. Los conceptos de González, esa idea primera con la que llegó, es invariable, dicen, aunque ha ido cambiando nombres, posiciones y situaciones. El último día, por ejemplo, probó el trivotazo, que deshizo al final para desmelenarse en busca de la victoria. Cuando la alcance, entonces sí, habrá hallado la mejor manera de ser fiable: los tres puntos.