El Real Zaragoza es un equipo históricamente echado para delante, muy machote pero fino y altivo, como un torero el día de su alternativa. Obligado por el formato de sus jugadores, por el gusto de un público contagiado por las obras de legendarias generaciones de artistas, este club fue un día cruce de caminos de futbolistas en dorada y productiva retirada o vientre alquilado de futuras estrellas. Una pasarela para despedirse con estupenda dignidad o para dejar entrever oro entre los dientes de leche. Los tiempos han cambiado demasiado y ahora, en la posguerra, con un gobierno de salvación, se intenta resembrar a duras penas ese germen de calidad casi extinto. Paralelo al declive económico e institucional (o como consecuencia de ello) las plantillas se han ido deteriorando y deshabitando. Las consecuencias saltan a la vista y hieren el corazón. Aun así, este Real Zaragoza ha rescatado la ternura de su gente, con quien ha compartido un apocalipsis en toda regla. Pero bajo el abrasivo hongo nuclear que ensombrece su presente no crecen los tulipanes... Un día parece atacar bien y otro envía los dardos contra su portería. Una jornada defiende a cara de perro y a la siguiente es un dócil cachorro para los atacantes rivales. Mientras el calendario ha ido pasando hojas de sencilla lectura, el conjunto aragonés ha vivido una primavera de San Miguel. Con noviembre y enemigos de puñal más afilado se ha presentado sin embargo el duro invierno, la cruda realidad: no le falta el gol, expone un gran orgullo y tiende a competir, pero con esta defensa será muy difícil soñar.

Rubén González salió ayer de capitán (el colmo) y se lesionó a los cinco minutos. Se examinaba antes de empezar con nota muy baja tras sumar graves errores y ni se presentó en clase. El gallego es el digno heredero de todos los Pavones que han ido desfilando estos años de decadencia por el Real Zaragoza, un linaje al que podría sumarse Cabrera con ese golazo para el Betis. Centrales de quita y pon como el propio Pavón, Mateos, Pablo Amo, Pulido, Loovens, Paredes o Pintér (reciclados para el puesto). Y otros gladiadores de mucha soldata y dudosa fiabilidad como Jarosik, Contini, Lanzaro o el destruido Ayala. Desde que se marchó Gabriel Milito al Barça, esa posición no pasaría el mínimo control de seguridad. Mario aguanta la vela con fiereza y honestidad, pero de vez en cuando un Rennella te deja en evidencia.

Se echa en falta un lateral izquierdo y se contempla la posibilidad de ficharlo. No es el único refuerzo que debería estar sobre la mesa. El Real Zaragoza más alegre ha defendido su paso de las Termópilas con Santamaría, Violeta, Antic, Aguado, Cáceres, Jémez, Alfaro, Fraile. Piqué o Gabi Milito, elegantes, respetados o contundentes cortadores de césped. No es necesario, ni posible, exigir alguien que tuviera como similitud siquiera la lengüeta de sus botas, si bien todo equipo que quiera serlo se arma con el mejor escudo. El de este grupo pide a gritos a Vallejo aun con sarampión. Ya es hora de poner fin al Imperio de los Pavones y dejar que Jesús crezca desde su inocente madurez. En cuanto vuelva, ¡a jugar!