Con la emoción contenida --"No quiero llorar", recalcó-- y con 6.000 zaragocistas mostrándole todo su cariño en la presentación más multitudinaria de la historia reciente. Así volvió Alberto Zapater, casi siete años después de despedirse, entonces sí, entre lágrimas. "Para mí esto es un regalo que me da la vida, un sueño que vivo, y quiero hacerlo con dignidad y con orgullo. Sé lo que significa este escudo, no quiero defraudar a nadie y quiero intentar disfrutarlo con 31 años, porque tengo la felicidad que te da jugar donde quieres y porque quieres", recalcó el centrocampista, al que las palabras le salían a borbotones, por su locuacidad y por la necesidad de expresar todo lo que sentía en un día tan especial, el de su vuelta. "Siempre pensé que volvería. No he dejado nunca de ser jugador del Zaragoza y estoy muy orgulloso".

Lleva casi tres años sin jugar un partido oficial, lastrado por las molestias, por aquella pesadilla que empezó en el abdomen, en una hernia inguinal, para seguir por el pubis y las severas molestias en la espalda. "Estoy perfectamente, de p. m. (de puta madre). No he venido a pasearme, o solo a ayudar a los chavales, que esto último también. Vengo a competir". Se puede decir más alto pero no más claro, pero Zapater aún ahondó más. "Si no pensase en que puedo dar lo que esperan de mí no vendría. Es que no había necesidad de hacerse daño, de hacer daño a la gente, porque sé lo que supone mi regreso. Si hubiera dudas no estaría sentado aquí. Tengo claro que puedo jugar. Si no, me iría a mi butaca en el estadio".

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Tan claro lo tiene que anunció sin cortapisas que su fichaje por dos temporadas no tiene "ninguna prueba ni nada. Me harán el seguimiento igual que al resto", aseguró. "Los caminos se encuentran. La mínima posibilidad que tuviera de volver a sentirme futbolista y de coger esta camiseta la iba a aprovechar. Pensaba que el equipo iba a ascender. Yo me estaba preparando para jugar en Primera y era lo que quería por el bien del Zaragoza", destacó. Ahora, la cuenta que dejó en julio del 2009 en 207 partidos oficiales se verá aumentada. Él desea que con muchos más.

Porque hubo un tiempo en que ese sueño pareció imposible. El calvario de sus molestias se le hizo eterno, el Lokomotiv le dejó de lado --"Es una etapa complicada, prefiero ni acordarme"--, regresó a Zaragoza, se puso a las órdenes de Andrés Ubieto, preparador físico y recuperador, y hace unos dos meses empezó a ver la luz. "Vi que iba para adelante, en lo físico, que era lo principal, y en lo mental, que iba después". Dio las gracias al propio Ubieto, a Nacho (Dieste), fisioterapeuta, se emocionó al recordar a su padre, fallecido en el 2015, y ante todo dejó constancia de una ilusión enorme, la misma que le hizo entrar en la cantera, que le llevó a debutar en el primer equipo en el 2004 con Víctor Muñoz para en 5 años convertirse en santo y seña del zaragocismo. "Llegué al fútbol por trabajo e ilusión. Yo prometo trabajo. Hasta hace poco la cabeza y el corazón me decían que adelante, pero el cuerpo no. Ahora, me dice que sí y es la hostia".

"Sé que no soy Messi y esto es un deporte de equipo. Quiero vender ilusión con hechos, hablar en el campo. No soy un mesías, pero vengo convencido de que todo va a salir bien", resumió, con humildad, para después volver a apelar a la gente. "Tengo ilusión, pero sé que la gente aún me va a dar más. Este cariño no se paga con dinero".

Vivió un Zaragoza de Primera, ganó una Supercopa y rozó una Copa, perdida ante el Espanyol, sufrió un descenso y dejó al equipo de su corazón en la élite antes de irse. Volver, ese es el reto ahora. "La Segunda es jodida y sé la situación del club. No vengo a prometer un ascenso, sé que es la ilusión. Vengo a remar, a ayudar para que el equipo compita cada domingo y para eso necesitamos de todos".

CHARLA CON MILLA

Reveló que había hablado ya con Milla y sobre todo dejó claro sus enormes ganas de ponerse de corto. Sí, como insistió, hablar en el campo, eso es lo que desea. "Yo entrenaría todos los días, aunque me dicen que me vaya de vacaciones, pero también sé que tengo que mantener el trabajo que llevo", explicó, con una mueca de fastidio por no ir esa tarde a la Ciudad Deportiva junto a Ubieto, que no se perdió su presentación, y con Vallejo o Ander, que también están estos días por esas instalaciones. "¡Tengo tantas ganas de jugar!", exclamó, un perfecto resumen de lo que siente Zapater, un retorno soñado, un deseo hecho realidad, un ídolo que vuelve a ejercer como tal en el zaragocismo.