Hasta ahora se habían manifestado una gran parte de los espíritus que habitan la casa aún por amueblar del Real Zaragoza. Uno, un equipo afectado por el desfonde en las rectas finales, sin gol y mínima llegada, desabrochado en defensa y sostenido en los resultados por la mordedura competitiva de un grupo joven y hambriento. Otro, un conjunto competitivo, con dos 9 muy bien avenidos y extremos profundos, firme y solvente atrás, con un portero de muchos kilates... Y entre ambos, un entrenador mirado con lupa, cuestionado y aplaudido, colocando ladrillo sobre ladrillo para amurallar la credibilidad y alicatar los defectos. Un técnico que pone y repone en la alineación y en los cambios en marcha. Ese Real Zaragoza, frágil pero casi invencible, se ha hecho un hueco en los corazones según avanza a más velocidad de las prestaciones que se le suponía a su motor de segunda mano.

Su fiabilidad, más o menos, es alta con ese formato grueso donde cada uno sabe lo que hacer y, por encima de todo, lo que no hacer. Ayer, sin embargo, salió a relucir una interesante versión que enriquece la variedad de su catálogo. Desde el purismo táctico, que establece que el bostezo es una juerga monumental con tal de no morder el polvo, se argumentará que el Real Zaragoza cometió errores en el Ángel Carro. Su fútbol, no obstante, alegró las almas en pena de la Liga Adelante, una categoría roñosa. Desmelenado, divertido, muy pop en ataque y ligero en defensa, mantuvo un atractivo y espectacular pulso con el Lugo, un grupo de toque fino y valiente. Mereció la pena el recital de emociones pese a sumar un solo punto que pudieron ser tres o ninguno.

Valor añadido

El Real Zaragoza ye-yé. Nunca antes había marcado tres dianas con el valor añadido de hacerlo sobre un charco y saltándose el poderoso sistema de seguridad del Lugo. Nunca antes Willian José había celebrado un tanto que pudieron ser dos. Nunca Borja había firmado un doblete en un estado de gracia que apunta a coronarle como rey de la jungla. A balón parado, con un error garrafal del colegiado al anular un gol legal a Eldin que le costó la roja a Víctor por protestar... Adelantándose en el marcador por dos veces y obligando a Whalley a una exhibición que podría encabezar el cartel de Circo del Sol con permiso de César Láinez. Una maravillosa sucesión de situaciones psicodélicas que no le presentan más vulnerable que antes.

Muy al contrario. De Lugo salió reforzado al descubrirse capaz de ganar al más pintado y, en el peor de los casos, no tirar la toalla jamás. ¿Que no es serio encajar tres tantos así con un partido tan de cara? ¿Que el técnico no estuvo muy acertado en los relevos? Ya sabemos que en su estructura conviven diferentes duendes y casi ningún genio. No obstante, el Real Zaragoza de ayer viene a animar el aquelarre de variantes, a alegrar la casa de los espíritus con notas de color, atrevimiento y un juego que entroncan --aún en mínimas dosis-- con su estilo histórico más bello y rebelde.