El Real Zaragoza regresa hoy al escenario de su eliminación en la Copa del Rey para volver a medirse a un colista de la Liga al que no fue capaz de ganar ni en la ida ni en la vuelta del torneo del K.O. para aumentar las dudas y remarcar la gris realidad que acompaña al conjunto aragonés en su retorno a Primera División. Sin la ilusión copera y con una plantilla justa para andar por la élite, sobre todo si se acumulan las bajas, como ha pasado hasta ahora, el presente zaragocista se centra en huir. Debe hacerlo el equipo de la zona de peligro y debe hacerlo Marcelino de la posibilidad de que aumenten los nervios en las oficinas del club aragonés, donde su figura no goza ni mucho menos de todo el consenso. Por eso, la visita al último clasificado, a un Málaga que colecciona once citas oficiales sin ganar, nueve ligueras y dos de Copa, es la mejor vía de escape posible y la obligación de ganar resulta absoluta, por mucho que el Zaragoza lleve sin hacerlo en Primera lejos de La Romareda 19 encuentros seguidos.

Esa eliminación copera ya desató las primeras dudas en el club, que espera una reacción del equipo esta tarde. Se cree en la entidad zaragocista que la plantilla da para muchísimo, sin tener en cuenta atenuantes, que los hay --bajas, un grupo descompensado, un verano de locos...--, aunque sí es cierto que el Zaragoza no termina de arrancar y, sobre todo, fuera de La Romareda es un alma en pena. Hasta ahora, ha visitado campos difíciles --Sevilla, Mestalla, Camp Nou o el Vicente Calderón-- y sacó un punto en la salida a Gijón. Es una de las justificaciones de la plantilla del mal balance viajero. Hoy esa teoría ya no valdrá si no ganan en el terreno del colista.

De este modo, todo lo que no sea volver de La Rosaleda con los tres puntos aumentará la sensación de intranquilidad, sobre todo para Marcelino. El técnico se sostiene en su buen trabajo, que quedó demostrado el curso pasado, y en su crédito delante de la afición, pero sabe que el Zaragoza necesita reaccionar cuanto antes. Volver a ganar fuera de casa sería la mejor forma de hacerlo, porque silenciaría voces críticas, algunas que parten desde dentro del club, y no haría tambalear la figura del entrenador asturiano.

SIN AYALA, CON GONI No estará en Málaga el Ratón, baja por acumulación de amonestaciones, pero sí Goni. En la vuelta de la Copa reapareció para dejar constancia de que su regreso es una bendición en una zaga lenta. Así, su rapidez le va a venir muy bien en un futuro a Ayala y hoy le hará un favor a Pavón, con el que formará una pareja inédita en el eje.

Marcelino, que espera un partido feo, porque el Málaga juega muy poco al fútbol y el césped es impropio de Primera, recupera a Arizmendi, que dejará al casi desaparecido Ewerthon en el banquillo y formará arriba con Lafita para intentar invertir la tendencia ante el gol del equipo, que marca en todos los partidos, pero que necesita más gol en sus delanteros, una posición prioritaria para reforzar en enero.

No hará experimentos el técnico en el once, porque tampoco tiene para hacerlos. Pablo Amo ha estado entre algodones toda la semana, aunque ha viajado, Pennant no llegó a tiempo y el ya regresado Obradovic, Diogo, Braulio o Uche siguen de baja. Abel Aguilar se perfila como pareja de Ponzio en la línea de medios y Ander apunta al carril en un partido donde el canterano, demasiado errático hasta ahora, debe dar un paso adelante.

Todo el equipo, en realidad, tiene que darlo. Y Málaga es el escenario ideal para ello. La cita copera ya levantó los primeros pitos en La Rosaleda, que ni el pase a octavos acalló, y López Muñiz ya tiene motivos para sentirse cuestionado por la afición malaguista, aunque parece que no por el club. El Málaga ha perdido sus últimos cuatro partidos en casa en la Liga --ante Almería, Barcelona, Racing y Valencia--, no conoce la victoria desde que goleó en el debut liguero al Atlético y juega bastante mal al fútbol, por cierto, aunque sí tiene plantilla para dar bastante más de lo que ha ofrecido hasta ahora. Deberá saber jugar el Zaragoza con la ansiedad y los posibles nervios de un rival acuciado y debe, sobre todo, ganar. Sí, para escapar.