No reacciona el Zaragoza, no lo hizo con un calendario amable y tampoco ayer, con el estreno de los duelos ante uno de los primeros clasificados, un Sporting en inferioridad en la media hora final tras la expulsión de Álex Menéndez que los de Popovic no supieron aprovechar. Una victoria en nueve jornadas, nueve puntos de 27, y un fútbol ramplón componen la tarjeta de visita de este Zaragoza para el que da la impresión de que firmar un triunfo es casi como alcanzar el Santo Grial. La grada, tras la cuarta igualada consecutiva en casa, acabó por ver repleto el vaso de la paciencia y de los silbidos, que se repitieron, se pasó a un tímido "¡fuera, fuera!" que es un grado más en el enfado por parte de una afición que entiende muchas cosas pero no que la mediocridad sea la nota común y habitual.

Ha dormido esta noche sexto el Zaragoza a la espera de lo que haga hoy la Ponferradina en Huelva, pero las buenas noticias casi se acaban ahí. O sin el casi. Recurrir a la justificación de las bajas, de los problemas en verano, de las limitaciones o de la crisis no está exento de razón, pero no sirve para justificar a un Zaragoza al que casi cualquier enemigo le gana en empaque, en poso, en capacidad como bloque y en criterio con el balón. Ha pasado con varios de los rivales de abajo y sucedió, por supuesto, con un Sporting que manejó el partido en la primera mitad a la espera de su oportunidad, que no se amilanó con el gol en contra y empató rápido, gracias a la inestimable colaboración de Alcolea, y que tampoco se vino abajo cuando se quedó con uno menos y hasta vivió más cerca del triunfo en la recta final ante un Zaragoza que fue la viva imagen de la impotencia.

Ese Sporting tiene como mínimo los mismos problemas como club que el Zaragoza, se diría que más, y tampoco Popovic, en la grada al cumplir partido de sanción, puede mirar al árbitro, que no vio un claro penalti de Fernández y que mostró una segunda amarilla algo rigurosa a Álex Menéndez, aunque lo cierto es que el colegiado fue una ruleta rusa con las tarjetas. Haría bien el técnico serbio en mirar a su equipo, que va en caída, a preguntarse el porqué de algunos cambios --Lolo y Tato ayer-- o los pocos argumentos futbolísticos que ofrece el Zaragoza, que es sexto, sí, pero que es un dolor en la creación de fútbol.

Con todo, no es menos cierto que el Zaragoza mantuvo el pulso al tercero de la clasificación hasta que el Sporting se decidió a ir al ataque tras el gol de Dorca al principio de un segundo acto donde pasaron muchas más cosas que en el primero. Hasta el descanso y con Alcolea en la meta y el retorno de Fernández en el lateral, el Zaragoza y el Sporting escenificaron un duelo igualado, donde el equipo astur se dedicó a controlar el choque, aunque sin profundidad, fiando la victoria a una contra en velocidad, y los de Popovic fueron un quiero y no puedo.

DUELO INTENSO Con Vallejo muy firme atrás para cortar las salidas a la contra del rival, Alcolea apenas tuvo trabajo. ¿Y arriba? Solo alguna aparición de Insa y la actividad de Pedro, que mandó un balón al larguero en la única ocasión, tras un error del Sporting porque a este Zaragoza crear peligro desde el fútbol le cuesta una barbaridad. Sin noticias de Galarreta, algo habitual, con pocas de Jaime y de Borja, el descanso fue la mejor invitación a acabar de bostezar en un duelo solo intenso.

En la segunda parte el choque se abrió tras el gol del Zaragoza, una falta sacada por Pedro que peinó Borja para que Dorca enviara el balón a la red. Ahí, con la ventaja adquirida, el equipo se desmoronó a poco que el Sporting miró hacia arriba. Avisó Guerrero y despejó Cabrera para que acto seguido Isma López mandara el balón a la red tras un centro de Carmona que Alcolea puso en los pies del mediapunta, que envió más tarde un balón al palo, con mano posterior de Fernández.

TODO TRAS EL DESCANSO El Zaragoza, con Lolo sin ofrecer ni una solución y Natxo Insa fundido, estaba roto, pero se vino arriba tras la expulsión de Menéndez. Solo ahí ofreció síntomas de debilidad el Sporting y solo unos minutos, no más de diez. Jaime, que no dejó de intentarlo en la segunda parte repartiendo errores y aciertos, se topó con una buena parada de Cuéllar y Borja no acertó en su única aparición, mientras que el recién entrado Willian vivía en su particular mundo al margen del césped.

Ahí se acabó el Zaragoza, que entró en el cuarto de hora final convertido en un manojo de nervios y con preocupantes muestras de flojera. Abelardo movió su banquillo y cada cambio --Muñiz, Pablo Pérez y Rachid-- ofreció una mejoría para el rival, que amenazaba de verdad con su velocidad a la contra. Guerrero no llegó bien a un pase de la muerte de Pablo Pérez y un disparo del delantero sportinguista se fue desviado en dos ocasiones que llevaron el susto a la grada.

En respuesta, Popovic apostó por Tato en lugar de Jaime. Del resultado de ese relevo mejor no hablar, porque hace tiempo que se tienen todas las certezas con Tato, que no duda en confirmarlas. Y, con uno más, el Zaragoza no fue ni capaz de morir en el área rival para que las tablas fueran el resultado estadístico entre los dos reyes del empate de la Liga, aunque el punto sea más amargo para un equipo, el de Popovic, que solo asusta por su vulgaridad y que sigue sin reaccionar, sin ser capaz de encontrar la sonrisa del triunfo.