La apuesta ganadora la encontró el primer día César Láinez en Elche. Aquella revolución que hoy parece normal, la que se llevó por delante fantasmas y jugadores a partes iguales, es la que mejor le ha funcionado al Real Zaragoza en las últimas jornadas. Las tres veces que la ha utilizado el técnico se ha convertido en victoria. Se trata de un 4-1-4-1 con el balón como necesidad y método hacia la victoria. El equipo aragonés es menos cuando el partido lo domina el rival. No tiene el trabajo suficiente a la espalda de los meses como para confiar en su organización defensiva. Tampoco los criterios necesarios para sobrevivir cerca de su área. El desafío propuesto por Láinez, el once y el sistema en el que creyó desde el primer día, es el arma que expondrá nuevamente el viernes en La Romareda.

El Cádiz llega a Zaragoza como uno de los mejores visitantes de Segunda División. Ha logrado seis victorias y seis empates lejos del Carranza, números que solo han superado los dos conjuntos que jugarán la próxima temporada en Primera División, Levante y Girona. Es un equipo muy fortalecido con la llegada de Aketxe, una amenaza imponente a balón parado, tanto en los golpeos directos como en los centros al área. Por ahí ha ganado peligro el cuadro de Álvaro Cervera, aunque las ocasiones las genera habitualmente con los dos hombres que entran por las bandas, Alvarito y Salvi.

Enfrente, Láinez opondrá el triángulo medular (Zapater, Javi Ros, Edu Bedia) con el que ha conseguido imponer su estilo en los partidos, apoyado por el pie de Manu Lanzarote y el empuje de Pombo, que ha ido perdiendo brío con el paso de las semanas hasta parecer un extraterrestre en el Camp Nou de Reus, donde el entrenador decidió sustituirlo en el intermedio por Cani, el hombre que no podrá estar pasado mañana en La Romareda.

Las molestias físicas que arrastró el canterano durante la semana pasada obligaron a Láinez a probar la alternativa de Samaras cerca de Ángel. El griego aportó cosas diferentes en la media punta, pero también demostró que físicamente está lejos de su mejor nivel. Hacía seis meses que no jugaba un partido completo. Se pudo apreciar en la velocidad, en los giros y en las arrancadas que todavía no tiene la energía necesaria para ayudar al equipo como corresponde a su nombre. Tampoco va a tener un tiempo de recuperación normal entre jornadas, ya que el Zaragoza va a jugar solo cinco días después de hacerlo en el Municipal de Reus.

Sí puede ser importante en las segundas partes el delantero heleno, que conforma una de las esperanzas para que el Zaragoza se vuelva a reencontrar con el gol y las victorias. Las dos derrotas consecutivas han llegado, entre otras cosas, por la falta de acierto en ataque. No tuvo destreza en el remate en la primera parte el pasado domingo, ni supo cómo desarticular la organización del rival en la segunda. Algo similar le ocurrió una semana antes ante el Getafe, aunque entonces sí fue capaz de generar tres oportunidades claras en los últimos 7 minutos.

Así que todo apunta a que Láinez incidirá en su apuesta repetida, como cuando ganó al Elche, el Mallorca y el Mirandés. En los otro cuatro partidos que ha dirigido, el técnico siempre tuvo alguna baja que le impidió insistir en su modelo ganador. El equipo mantiene la confianza, consciente de la importancia del azar en que las dos derrotas hayan llegado de manera consecutiva, mentalizado también para sumar cuanto antes la victoria que deje al Zaragoza a la orilla de la permanencia.