El Zaragoza se soltó del todo la melena en San Mamés demostrando que fuera de casa es un equipo del todo fiable, un bloque que puede asaltar cualquier fortaleza amparado en un guión muy claro y que cumple a rajatabla. A saber: solidaridad como conjunto, presión y capacidad arriba. Todo con el sello que Manolo Jiménez ha grabado a fuego en este Zaragoza que llega al parón navideño con 22 puntos cuando aún restan dos jornadas para el ecuador. Cualquier comparación con los últimos años es demoledora y permite elevar a los altares el trabajo del técnico andaluz, que ha construido un bloque infinitamente más fiable que en los cursos precedentes y que deja claro que mucho se tendrán que torcer las cosas para sufrir lo mismo que en los últimos años.

Todo eso lo dicen los datos, pero sobre todo hablan las sensaciones, las que muestra un equipo que conquistó San Mamés desde el primer minuto, apoyado en el gobierno en la medular de Apoño, bien acompañado por Movilla, y en la solvencia de Álvaro y Loovens en el eje y en la pegada de Postiga. A eso se le añadieron las intervenciones de Roberto para dibujar una columna vertebral diáfana, clarísima, una columna de equipazo, el que dejó sus huellas en San Mamés, donde se escuchó el himno del Zaragoza en los compases finales por el más del medio de millar de hinchas que vivieron un día histórico en La Catedral, una noche inolvidable.

En la última vez que pisará ese campo, el Zaragoza, que solo había ganado cinco veces hasta ayer en ese escenario, soltó un zarpazo gigantesco, bestial, demoledor, en el mentón de un Athletic a años luz del curso pasado, es verdad, pero al que no es fácil doblegar con esa autoridad ese feudo. Hace falta un partido casi perfecto y el Zaragoza lo hizo. Este equipo ha logrado cuatro triunfos fuera de casa ya en esta Liga, ocho en el campeonato desde que llegó Jiménez, una barbaridad, pero es que las dos últimas victorias, en Vallecas y ayer, han sido de una suficiencia total. Si mejora un poco en casa, este Zaragoza no solo no sufrirá, invita a soñar, aunque sea con los pies en el suelo.

BUEN ARRANQUE Fue una victoria tan trabajada como justa, porque el equipo explotó al máximo sus virtudes y minimizó las del rival. Y eso lo hizo desde el inicio. El Zaragoza comenzó bien, trabajando en la presión y maniatando en la medular al Athletic, con una labor excelsa en las segundas jugadas y en el espíritu colectivo. Zuculini tradujo todo en un disparo que Iraizoz despejó con apuros. Sin embargo, durante un cuarto de hora, el partido se abrió y el Zaragoza se hizo más largo para que el choque tuviera las espadas en alto. El Athletic amenazaba por sus alas, con el fútbol de Ander y el vértigo de Muniain, que hacía sufrir a Sapunaru y que puso de gol a De Marcos, pero Roberto estuvo providencial.

El partido estaba en una fase de indefinición a la media hora y ahí llegó la jugada clave. Zuculini porfió por un balón, centró mal, Aurtenetxe controló y Víctor se anticipó al lateral, que lo derribó. Apoño, infalible, en los once metros, anotó el primero cuando ya había comenzado a reinar en la zona media. Entonces, el Athletic cayó a la lona, derribado. El Zucu tuvo el segundo tras gran jugada de Postiga, que no falló después de una mala salida de Iraizoz a sus pies. El despeje del meta le llegó a Apoño, cuyo disparo irregular lo convirtió en gol tras recortar al meta. Una frialdad de asesino, vaya. Su octavo gol del curso, por cierto.

Al intermedio se llegó con un remate de cabeza al larguero de De Marcos tras centro de Ander que metió el miedo en el cuerpo del Zaragoza, pero solo fueron unos instantes, porque el descanso devolvió al mismo equipo fiable, trabajador e intenso. El Athletic buscó más profundidad con Igor, pero volvió a su versión más vulgar, solo llena de espíritu. Todo se vulgarizó en el equipo vasco, hasta Ander, y Roberto despejó dos cabezazos de De Marcos y de Llorente, incomprensible suplente y pitado al salir. El Zaragoza, a la contra y lleno de seriedad, pudo ampliar la magnitud de su golpe. Postiga, Edu Oriol y Babovic fueron los que más cerca estuvieron. No llegó el tercero, pero sí una victoria magnífica, llena de argumentos de un equipo que finaliza de forma inmejorable el 2012.