Los cientos de cofrades recogieron ayer, domingo de Resurrección, sus bombos y tambores después de una Semana Santa de diez. El tiempo ha sido benévolo en prácticamente todo Aragón, sobre todo en Zaragoza y el Bajo Aragón, donde la amenaza de lluvia no ha sido un problema, a diferencia de otros años. Ayer, en la zaragozana plaza del Pilar el sol brillaba haciendo gala de un magnífico día de primavera en el que los termómetros marcaban 13 grados, lo que animó a la gente a salir a la calle y seguir el Encuentro de la Virgen de la Esperanza con su hijo Cristo Resucitado.

La procesión del Encuentro Glorioso se vivió con una mezcla de sentimientos, entre la alegría y la tristeza, al tratarse del último día en que los cofrades iban a disfrutar de este momento.

Con una puntualidad rigurosa, la Virgen de la Esperanza, acompañada por la Real Hermandad de Cristo Resucitado y Santa María de la Esperanza y del Consuelo, entraba por la plaza antes de las 12 del mediodía donde le esperaba Cristo Resucitado, tras pasar la noche en la basílica del Pilar.

Aunque llegó antes de lo previsto desde la iglesia de Santa Isabel de Portugal, la plaza ya estaba abarrotada de familias que acudieron a disfrutar de «uno de los momentos más emotivos» de los últimos días, decía Pilar Gil.

La procesión del Encuentro Glorioso es una de las más impactantes porque los cofrades llevan el rostro descubierto, las mantillas de las manolas son blancas (hasta ayer eran negras) y los tambores y bombos vuelven a resonar por las calles del centro de la ciudad.

SALIDA

A los redobles se unieron las jotas, que convierten en más especial si cabe este momento. Incluso se originó algún aplauso espontáneo que rompió el protocolo de un momento tan solemne.

Durante una media hora, todos los asistentes disfrutaron de las jotas. No todos pudieron verlas debido a la afluencia de público que, chaqueta en mano -el sol hizo su trabajo-, trataba de encontrar algún hueco o cualquier elemento que le permitiera elevar su altura para ver algo más que las figuras de la Virgen de la Esperanza y Cristo Resucitado.

Sobre las 12.45 horas, la procesión comenzó a abandonar la plaza del Pilar para recorrer por última vez la ciudad y poner punto y final a esta semana Santa en el colegio San Agustín.

Antes, con sus tambores llamaron la atención de todos aquellos que disfrutaron de una mañana de vermú en las terrazas.

La procesión tiñó de blanco y azul la calle Don Jaime, el Coso, las calles Santa Catalina y Arquitecto Magdalena, la plaza de los Sitios, el paseo Constitución, el camino de las Torres hasta llegar al colegio de San Agustín.

En ese momento, sobre las 14.14 horas se ponía punto y final a nueve días de emoción, ruido y devoción.

La Semana Santa en Zaragoza ha sido de diez. El tiempo ha acompañado y todos los pasos han podido salir, solo la Procesión de la Dolorosa tuvo que alterar su recorrido, por lo que los cofrades han disfrutado de su semana más emocionante y para la que llevan meses preparándose. Días en los que esta tradición, que pasa de padres a hijos, vuelve a mover a miles de personas que salen a la calle para disfrutar de las procesiones.