Se lo juro por lo que ustedes quieran, pero en una de las visitas guiadas que realizo en nuestro Centro de Interpretación de la Semana Santa, una señora me preguntó:

-- Oye, ¿en qué momento el Ku Klux Klan nos copió lo del capirote?

Tras recoger los ojos, que se me habían salido de las cuencas y rebotado por toda la sala, me recompuse y le expliqué que, aunque la esencia es la misma, mantener el anonimato, nada más nos vinculaba con el susodicho grupo radical.

En verdad esa es la esencia actual del hábito cofrade. No debemos olvidar que los desfiles procesionales son actos de penitencia y, como tales, el cofrade, como penitente, mantiene el anonimato. Hay tres honrosas excepciones, la Cofradía de la Crucifixión, procesiona con la cara descubierta, porque su hábito procesional es el mismísimo hábito franciscano, con capucha, con la cual cubren la cabeza, dejando la cara a la vista. Esta tradición que mantenían solo en su procesión del Jueves Santo desde hace un par de años la instauraron para todas sus procesiones.

La Cofradía de la Resurrección procesiona en la mañana del Domingo de Resurrección con la cara descubierta puesto que es un día glorioso, no penitencial. Los cofrades lucen la cara descubierta, radiante de alegría por lacelebración.

La Hermandad de la Sangre de Cristo lleva el tercerol con el antifaz volcado sobre la espalda, dejando la cara al descubierto, por una razón bien curiosa y mucho más prosaica. Parece ser que, a finales del siglo XVII, algunos fieles o hermanos de número bajo, como se les denominaba, que portaban pasos y atributos, aprovechando el anonimato que les otorgaba llevar la cara cubierta, se pasaban de la raya con el alcohol, los exabruptos y demás, así que la hermandad recibió la orden de que todo aquel que participara en el Santo Entierro lo hiciera con la cara descubierta, bajo pena de excomunión. En la actualidad, no existe tal razón, pero la tradición de la cara descubierta permanece para los hermanos receptores de la hermandad.

Cierto es que los hábitos nos identifican como pertenecientes a una u otra cofradía, sus colores y combinaciones nos diferencian pero nos igualan entre los cofrades de un mismo grupo. Colores como el negro, el morado, el rojo, el granate, el blanco, los marrones, están claramente vinculados a la Pasión: dolor, pureza, amargura, penitencia... Colores como el amarillo y el azul celeste se reservan para dos momentos gloriosos: la Institución de la Eucaristía, la Entrada en Jerusalén y la Resurrección.

Sambenito

¿De dónde viene la costumbre de que los cofrades vistan túnicas y capirotes? ¿Conocen ustedes la expresión Colgarle a alguien el Sambenito? Pues bien, ese Sambenito era una prenda utilizada originalmente por los penitentes católicos para mostrar público arrepentimiento por sus pecados, y más adelante por la Inquisición española para señalar a los condenados por el tribunal.

Era una especie de saco o poncho que cubría el cuerpo y que se complementaba con una coroza. ¿Qué es una coroza? un cono de cartón que se ponía en la cabeza de los condenados a muerte ¿les recuerda esa descripción a algo? efectivamente, un capirote. Y matizaré que capirote es ese cono de cartón, de plástico o rejilla, que la tela que lo cubre se llama antifaz y la parte que cae sobre la espalda, muceta.

En Aragón, lo típico y tradicional es el tercerol, que hace referencia a la Orden Tercera de San Francisco de Asís, que usaba una capucha que les daba un aspecto similar. La Hermandad de la Sangre de Cristo de Zaragoza retomó esta prenda para los portadores de los pasos durante la procesión del Santo Entierro. Actualmente en Zaragoza se combinan cofradías con tercerol y con capirote, incluso otras que visten ambas prendas, según la sección a la que pertenezca el cofrade.

Permítanme, para finalizar, que les cuente una anécdota sobre uno de nuestros hábitos. La Cofradía de la Coronación de Espinas viste de marrón carmelita y capirote morado.

El marrón carmelita se debe a la tela de este color que cedieron, a precio muy económico, dos hermanos comerciantes en el momento de la fundación de la hermandad.