La estación espacial china Tiangong 1, un cilindro metálico que pesa ocho toneladas y mide unos nueve metros de largo, sin contar paneles solares, se precipitará sobre la Tierra en las próximas semanas en una maniobra fuera de control que ha despertado una inusitada expectación por los posibles daños que pudiera causar, pero lo cierto es que el riesgo es insignificante. La Agencia Espacial Europea, que desarrolla un programa de seguimiento, estima que el riesgo de ser golpeado por algún fragmento que hubiera sobrevivido a la fricción atmosférica es 10 millones de veces inferior a la posibilidad anual de ser alcanzado por un rayo.

De hecho, el módulo chino pesa poco más que algunos satélites que reingresan en la atmósfera terrestre de forma casi rutinaria y mucho menos que otras estaciones que le antecedieron, como la soviética Mir o la estadounidense Skylab. «En la historia de los vuelos espaciales nunca se han confirmado bajas debido a la caída de los desechos espaciales», destaca la ESA.

La Tiangong, término que en chino significa palacio celestial, acabará pulverizada por las elevadas temperaturas que experimentará en su regreso. Si sobreviviera algún fragmento de tamaño respetable, de al menos un kilo, la probabilidad de que cayera en un lugar habitado es escasa atendiendo a la inmensidad de los océanos y los desiertos.

LABORATORIO EXPERIMENTAL

«Es muy difícil determinar qué partes pueden sobrevivir porque depende mucho de los materiales, de su forma, del ángulo de reentrada y especialmente de la velocidad», resume Josep Maria Trigo, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio de Barcelona (CSIC-IEEC), especialista en meteoritos y bólidos. Algunos asteroides del tamaño de un chalet pueden dejar como mayor residuo un meteorito de pocos kilos, «y eso que se trata de cuerpos sólidos que entran a mucha más velocidad», prosigue Trigo. Mientras que la velocidad orbital de un satélite suele ser inferior a 10 kilómetros por segundo, los asteroides pueden penetrar a 72 km por segundo. «Las naves están hechas para que se desintegren una vez dejan de funcionar, tienen zonas débiles en su estructura», sintetiza el investigador.

La Tiangong 1, un laboratorio experimental concebido como modelo para futuras estaciones de mayor tamaño, fue puesta en órbita en el 2011 y en los dos años posteriores acogió, la primera tripulación orbital de la historia de China. Una vez desocupada, siguió funcionando como banco de pruebas para futuras misiones. El módulo quedó fuera de control en el 2016. Desde entonces cae poco a poco atraído por la gravedad terrestre.

Sin embargo, las autoridades chinas anunciaron en marzo del 2016 que habían perdido el control y no podían encender los motores que la mantenían a una altura estable. Poco a poco, añadieron, el módulo iría perdiendo altura hasta precipitarse sobre la atmósfera terrestre. Durante su vida operativa orbitó a unos 380 kilómetros de altura, pero ahora ha descendido hasta los 200 kilómetros y en las próximas dos semanas entrará en contacto con las capas más densas de la atmósfera y se desintegrará. Si hubiera caído de forma controlada, ello habría permitido dirigirla para que el reingreso se produjera con seguridad sobre zonas despobladas , pero ahora no será posible.

LOS POSIBLES DESTINOS

El reingreso se podría producir en una franja de territorio comprendida entre las latitudes 43 norte y 43 sur, aunque parece que las regiones con más probabilidades son los extremos. Eso significa que los restos, en caso de haberlos, podrían recogerse en cualquier país mediterráneo -incluida España-, el sur de EEUU, Oriente Próximo, buena parte de China, Nueva Zelanda o la Patagonia.

La fecha exacta de reentrada no se podrá conocer hasta pocos días antes del desenlace, pero la semana más probable es la comprendida entre el 30 de marzo y el 4 de abril, destaca la ESA.

El último gran suceso por la caída de un objeto espacial fue el llamado bólido de Cheliabinsk, un asteroide que se desintegró sobre la ciudad rusa del mismo nombre en el 2013 y ocasionó unos 700 heridos leves.