Los neandertales conocían el poder terapéutico de las plantas, que usaban como medicamentos para aliviar enfermedades, y además seguían una dieta variada adaptada a la zona donde vivían. Lo revela un estudio de 31 investigadores, entre ellos varios del Consejo Superior de Investigadores Científicas (CSIC), que publica la revista Science en el número que salió ayer.

El estudio ha analizado el sarro dental calcificado en restos obtenidos en dos grandes yacimientos europeos, la cueva de El Sidrón, en Asturias, y la de Spy, en Bélgica, y ha obtenido distintos resultados con una característica común: «Las dietas venían guiadas por la disponibilidad de la comida local». Esto que parece una obviedad para los profanos revela una característica compartida con los humanos, y es la versatilidad cultural de los neandertales, capaces de adaptar sus costumbres y su alimentación a los medios en que vivían, por muy diferentes que fueran, y de lograr extraer lo mejor de su entorno para cubrir sus necesidades.

El vehículo para conocer todo eso ha sido el sarro, que es la placa mineral acumulada en los dientes y que «funciona como un microyacimiento biológico en el que queda almacenada información de todo lo que pasa por la boca, desde alimentos a bacterias», explica Antonio Rosas, profesor de paleobiología del CSIC y uno de los autores del estudio, que ha utilizado técnicas muy sofisticadas para trabajar con esos cálculos.

Lo que cuenta el sarro

Así, en el grupo de Spy -entonces «una estepa fría donde había muy poca fauna»-, los individuos tenían una dieta básicamente carnívora, que incluía rinocerontes lanudos y muflones. En el grupo de El Sidrón -entonces un bosque atlántico-, el sarro presenta características «similares a las de poblaciones humanas que consumen muy poca carne» y en cambio hay presencia vegetal, afirma Rosas. La dieta neandertal, que incluía también alimentos pasados por el fuego, como nueces o carne -«lo que hace más fácil la digestión», recuerda Rosas-, añadía vegetales en las zonas donde se encontraban, como setas, piñones y musgo.

Uno de los 13 esqueletos analizados en El Sidrón ya era un viejo conocido de los investigadores, que habían deducido que utilizaba los dientes para modelar herramientas de piedra, hace unos 49.000 años. Pero ahora han encontrado que el individuo tenía un patógeno que en humanos causa problemas gastrointestinales, como diarrea, y un absceso dental que debía ser muy doloroso.

En sus dientes han hallado restos de ADN de hongo Penicillium Rubens, la variedad sobre la que Alexander Flemming descubrió la penicilina en 1928. En el mismo individuo se ha averiguado también que tomaba álamo, cuya corteza contiene el equivalente natural del ácido salicílico, que sirve para obtener el componente activo de la aspirina. El hecho de que estas partículas estén solo en este individuo hace inferir a los investigadores que podía tratarse de una «automedicación».