"A ver si aún me acuerdo". Con este deseo y el porte un poco agarrotado José María Aznar iniciaba ayer su primera vuelta de la temporada al circuito de esquí de fondo de Baqueira Beret, en sus últimas vacaciones de esquí como presidente del Gobierno. El año pasado, el político no acudió a su cita anual con la estación leridana, inmerso, como estaba, en plena crisis del Prestige .

Aznar madrugó ayer para llegar a pistas antes de que la marabunta de esquiadores colapsara los aparcamientos. El primer susto llegó nada más pisar la pista, aún sin esquís y mientras caminaba hacia la zona de servicios de la estación: un conato de resbalón, que el presidente controló con rapidez y sin ayuda de nadie. No llegó la sangre al río. Acompañado por media docena de escoltas, por el directivo de la estación, Eugenio Calero, y el alcalde de Naut Aran, Víctor León, Aznar no dudó en saludar a cuantos le reconocieron.

"SIMPATICO Y DISTENDIDO" "Estaba simpático y distendido, muy relajado. Quizás porque ya tenía ganas de empezar las vacaciones", explicó más tarde el alcalde. Aznar comentó al edil que "volverá el año que viene, aunque ya no sea presidente" y le recordó que "de hecho, ya solía esquiar aquí antes de ser nombrado jefe del Gobierno", dijo León.

Mientras el presidente ocupaba la mañana dando tres vueltas al circuito de fondo de Beret, de 7 kilómetros de recorrido, su esposa, Ana Botella, optaba por el esquí alpino en las laderas de las montañas. Botella se mantuvo toda la jornada alejada de los objetivos de los fotógrafos. El matrimonio Aznar, que tiene previsto permanecer en el Pirineo hasta el 4 de enero, está acompañado estos días por su hijo menor, Alonso, su hija Ana y el esposo de ésta, Alejandro Agag. A la joven, embarazada de cuatro meses, tampoco se la vio ayer en las pistas de esquí.