La capacidad de los ecosistemas terrestres para captar y secuestrar dióxido de carbono (CO2), el principal gas responsable del efecto invernadero, está llegando al límite. Aunque el CO2 impulsa el crecimiento de la vegetación, ambos ya muestran síntomas de estar saturados y son menos productivos. Así pues, el efecto positivo de los ecosistemas para contrarrestar las actuales emisiones de origen antrópico será cada vez menor.

Así lo suscribe un análisis elaborado por investigadores del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), en el campus de Bellaterra. Según explica su coordinador, Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF, la menor productividad y la desaceleración de la captación de carbono provocarán un cambio de escenario: "De un escenario global dominado por los efectos positivos de la fertilización de carbono y nitrógeno pasaremos hacia otro período caracterizado por la saturación de los ecosistemas y con mayores impactos del cambio climático, especialmente por el calentamiento del planeta", comenta Peñuelas.

La investigación de ha publicado en la revista 'Nature Ecology & Evolution'.

Gracias a los ecosistemas terrestres, anualmente se retira cerca de un tercio de las emisiones de CO2 que generamos los humanos con el uso de los combustibles fósiles, la industria y el cambio de usos del suelo. "Si las emisiones humanas siguen aumentando y los ecosistemas cada vez son menos eficientes en retirar el carbono, pasaremos de un escenario donde el exceso de CO2 ya no actuará tanto como un fertilizante que favorece el crecimiento de la vegetación, y avanzaremos hacia un periodo donde la mayor cantidad de carbono atmosférico acelerará el calentamiento global", explica Peñuelas.

De hecho, "no solo los ecosistemas podrán secuestrar cada vez menos carbono, sino que este permanecerá menos tiempo en las plantas y los suelos y será devuelto antes a la atmósfera", añade Jordi Sardans, coautor e investigador del CREAF.

Los ecosistemas ayudan a frenar los efectos del incremento de CO2 y a reducir los impactos del cambio climático. Pero actualmente la falta de otros nutrientes, como el potasio y sobre todo el fósforo, y los cambios en el clima empiezan a ser unos obstáculos insalvables y limitan el crecimiento de las plantas. "La disponibilidad de nutrientes en el futuro será la que marque la capacidad de la vegetación para retirar el carbono de la atmósfera. Es necesario que entendamos mejor cómo funciona el ciclo del fósforo y qué factores regulan su circulación a los ecosistemas", explica Marcos Fernández Martínez, investigador del CREAF y también coautor del estudio.

Un límite infranqueable

"La severidad de fenómenos climáticos como las sequías también son especialmente negativas para la productividad de las plantas, sobre todo si ocurren en periodos de crecimiento de la vegetación", explica Jofre Carnicer, autor del estudio e investigador del CREAF. De hecho, un calentamiento global de 2ºC no incrementaría mucho la frecuencia de olas de calor. Pero, con un incremento de 3ºC, veranos tan calurosos como el del 2003 se producirían cada tres o cuatro años, lo que afectaría a la captación de carbono de los bosques mucho más que hasta ahora.

Durante el 2015 hubo grandes incendios en el sudeste asiático, blanqueamiento del coral en Australia, sequías en África e inundaciones en Sudamérica asociadas a un Niño histórico, alimentado por las temperaturas récord y que ilustran esta transición hacia un mundo más cálido. Por lo tanto, "debemos conocer mejor los impactos del cambio climático y saber qué medidas de mitigación hay que aplicar para cumplir los acuerdos de la COP21 sobre el aumento de temperatura del planeta", finaliza Peñuelas.

La mejor manera de plantar árboles y dispersar las semillas

Otro estudio, también con participación destacada del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha comprobado que para favorecer la dispersión de semillas y proceder así a una restauración más rápida de los hábitats es más eficaz plantar árboles de forma regular (en cuadrícula), e incluso de manera aleatoria, que hacerlo de manera espacialmente agregada, es decir, colocando grupos de árboles en alta densidad. La investigación se ha publicado en la revista 'Journal of Applied Ecology'.

Cuando un ecosistema queda alterado -ya sea por un incendio forestal, por su uso agrícola o por la fragmentación del hábitat- es crucial restaurarlo con la mejor estrategia. La restauración se basa en plantar árboles y la posterior dispersión de semillas por mamíferos y aves, pero hasta ahora, se desconocía la forma más óptima de hacerlo.

Los científicos utilizaron como modelo de estudio al piruétano 'Pyrus bourgaeana', una especie de peral silvestre dispersada por zorros y tejones que coloniza hábitats alterados del parque de Doñana (Huelva). Los resultados de la simulación indicaron que plantar árboles de manera agregada fue menos eficiente. "Por ejemplo -explica el coautor José María Fedriani-, plantar árboles agregados aumenta solo entre un 7% y un 9% la llegada de semillas en comparación con el escenario base de no intervención, mientras que cuando los piruétanos fueron plantados regularmente dicho incremento fue de hasta un 40%".