Para preparar una médula de bisonte con frambuesas como se hacía hace 35.000 años, en el Paleolítico superior, sería necesario salir a cazar y tener además experiencia con la lanza, puesto que un mamífero de 600 kilos no es presa fácil. También sería recomendable tener destreza en el arte de despellejar y luego disponer de alguna piedra contundente para romper el hueso y extraer el tuétano. Obtener los frutos del bosque es más sencillo, claro, pero siempre que sea otoño. Finalmente, basta con usar las manos y no tener reparos en comerlo crudo. En este caso no es necesario coger leña y hacer un fuego, ni tampoco coger piedras hirvientes y colocarlas sobre la carne, una de las maneras más habituales de cocinar en aquella época.

Así, con un toque de humor, mucha ciencia y algo de imaginación, el prehistoriador y paleontólogo Eudald Carbonell y la periodista Cinta Bellmunt, ambos de la Universidad Rovira i Virgili (URV) y del Instituto de Paleoecología Humana de Tarragona (IPHES), han reconstruido 60 posibles recetas empleadas por los hombres del Paleolítico, tanto neandertales como humanos modernos, y las han trasladado a un curioso libro titulado Recetas paleo (Cúpula).

Para los menos atrevidos, las recetas incluyen también una versión actual, es decir, con los productos comprados en el súper y empleando fogones y hornos para la cocción. El bisonte se puede sustituir por ternera.

PROXIMIDAD OBLIGATORIA "En aquella época --explican los autores-- no existía la agricultura ni la ganadería, los humanos aún no habían desarrollado la tolerancia a la lactosa e ingredientes tan habituales hoy en día como la sal no se empleaban, al menos habitualmente, aunque en líneas generales sí tenían una cierta variedad de productos". Eso sí: eran exclusivamente los que ofrecía el ambiente cercano, un antecedente de lo que ahora se conoce como "productos de proximidad", bromea Carbonell.

Sin aditivos. Sin procesamiento. Lo habitual eran frutas de temporada, frutos secos, semillas, vegetales, tubérculos y hierbas aromáticas, y solo en momentos de fortuna aparecía la carne o el pescado, así como huevos extraídos de los nidos de aves silvestres. Para determinar los ingredientes de las hipotéticas recetas, Carbonell y Bellmunt no han partido de cero. En algunos yacimientos donde trabaja el IPHES, como Atapuerca (Burgos), Abric Romaní, Cova de les Teixoneres (ambas en Barcelona) y Molí de Salt (Tarragona), han quedado muestras de polen, huesos y otros restos fosilizados que permiten determinar los productos más empleados, así como posibles herramientas de cocina. Luego hay mucho de sentido común, "pero pocas licencias". Por ejemplo, es complejo imaginar algo parecido a las sopas cuando aún no se había descubierto la cerámica. Carbonell, que ha pasado una temporada en Australia, asume que también se ha inspirado en la alimentación actual de los aborígenes.

HARTAZGO DE CARNE Los autores recuerdan que los hombres de aquellas épocas no tenían las mismas pautas de alimentación. "Es muy probable que los neandertales se hartaran de carne cuando había disponibilidad, ingiriendo tres o cuatro kilos en una misma comida, y luego pasaran días de escasez", explica Carbonell.