Hoy a las 15.30 horas, se cumple la primera semana desde que desapareció Gabriel sin que haya aparecido hasta ahora ninguna pista sólida para dar con su paradero pese al gran despliegue de medios policiales ordenado por el Gobierno y a la enorme ola de solidaridad que ha llevado a miles de voluntarios a participar en las tareas de rastreo.

La camiseta blanca que llevaba el pequeño, hallada el sábado a cuatro kilómetros de distancia del camino donde se perdió su rastro, se configura como uno de los únicos hilos sobre los que tirar. El análisis de ADN ha confirmado lo que ya había adelantado la familia, que la prenda pertenece sin lugar a dudas al niño de 8 años. El ministro del Interior, el andaluz José Ignacio Zoido, muy implicado personalmente en el despliegue de medios, se ha apresurado a comunicarlo por Twitter a primera hora de la mañana. ¿Qué nos dice la camiseta? Quizás mucho, si en ella hay muestras de ADN de otras personas, además de las de Ana, que vistió al niño por la mañana y la cogió del lugar donde se encontraba.

El delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, advirtió de que habrá que esperar «porque lo prioritario era saber que era del chico». A partir de ahí, añadió, va a dar más información «porque se sigue sometiendo a pruebas que tardan más tiempo». La Guardia Civil no quiso revelar este dato clave, pero la camiseta arroja otros interrogantes desconcertantes al haber aparecido seca tras un día de lluvia y en una zona que se había rastreado ya unas horas antes. Es muy posible que alguien la depositara allí. ¿Con que intención? Es muy difícil llegar a conclusiones que no sean meras especulaciones sin conocer otras variables que probablemente ya están en manos de los investigadores. El portavoz de la Guardia Civil no quiso entrar en la cuestión «porque forma parte de la investigación». Unas pesquisas que, hay que recordarlo, están bajo secreto de sumario.

La primera pista en aparecer apuntaba a la culpabilidad de Diego, el hombre de 40 años, que llevaba acosando a la madre de Gabriel desde hacía casi dos años. Ha ingresado en la cárcel por haber quebrantado en dos ocasiones la orden de alejamiento que pesaba sobre la madre.

Aunque la familia lo ha descartado como sospechoso, la Guardia Civil no se ha pronunciado de modo taxativo. El punto clave que lo vincula a los hechos es que el día de la desaparición manipuló la pulsera de geolocalización y la coartada que lo exonera por el momento se la proporcionan dos testigos que lo vieron una hora después de la desaparición leyendo en la terraza de su casa de Antas. No parece muy sólida, sin embargo, si se tiene en cuenta que entre esta población próxima a la zona turística de Vera median unos 45 minutos en coche.

El tiempo corre contra la esperanza de encontrar a Gabriel con vida. Lo saben los investigadores y lo sabe la familia. Por eso, frente a la falta de hilos conductores claros, se ha decidido ampliar el radio de búsqueda, que ayer pasó de 6 a 12 kilómetros desde el punto de la desaparición. Ya no será una búsqueda masiva con voluntarios sino más especializada y dirigida a sitios clave, «como balsas, cortijos abandonados y otras instalaciones que se consideren». La gran mayoría de personas que han ayudado en las tareas de rastreo han vuelto a sus trabajos. Para que el ánimo no decaiga, en una comparecencia llevada a cabo junto al centro de mando que se ha instalado en la vecina población de las Negras, Patricia y Ángel, los padres mostraron su esperanza que la camiseta acabe arrojando luz.

ESPERANZA / «Nos hace pensar que cada día estamos más cerca y que Gabriel pronto va a volver a casa», indicaron. «No vamos a parar hasta que aparezca y ver que se sigue buscando con tanto ahinco nos da más fuerza», dijo la madre. Ángel Cruz dijo que él y su pareja salieron «a una zona por la que solíamos ir a pasear y estaba allí».

«No estaba a la vista sino por unas cañas», señaló tras asegurar que ni la tocó y por eso no sabe si estaba húmeda y seca. Otras fuentes de la familia insistieron en que Ana, su actual pareja, la cogió y abrazó y comprobó que era del niño al oler a la misma colonia que ella le había puesto la mañana de la desaparición.