De todas las cartas que escribió Cristóbal Colón, ninguna tuvo tanta resonancia histórica como la fechada en Lisboa el 4 de marzo del 1493. Escrita unas semanas antes durante el regreso de su primera expedición a las Indias y dirigida a los Reyes Católicos, daba cuenta del descubrimiento del Nuevo Mundo, de sus impresiones y encuentros iniciales «con las mejores gentes sin mal ni engaño que haya debajo del cielo». De aquella primera epístola se hicieron copias en español y latín, que sirvieron para extender la noticia. Solo quedan aparentemente 16 copias originales y una de ellas ha estado desde 1918 en la Biblioteca de Cataluña. O eso se pensaba, porque hace más de una década la carta desapareció sin que nadie se diera cuenta, un misterioso robo que acaba de enmendarse con su devolución a las autoridades españolas.

La entrega se escenificó con una ceremonia en la residencia del embajador español en Washington, Pedro Morenés, que recibió la carta encuadernada del secretario adjunto del Departamento de Seguridad, Thomas Homan. «Es un raro documento, un incunable de gran significado y valor histórico», dijo Morenés antes de agradecer el trabajo de las autoridades estadounidenses. A ellas se debe el hallazgo de la carta, impresa en Roma en 1493 y titulada Carta de Cristóbal Colón sobre las islas de la India recientemente descubiertas más allá del Ganges. Es conocido que, hasta el final de sus días, el almirante genovés creyó haber llegado a la India.

Las peripecias de la misiva darían para una buena novela de Dan Brown, a pesar de que quedan bastantes incógnitas por responder y el caso espera todavía sentencia en los tribunales estadounidenses. La Biblioteca de Cataluña la adquirió en 1917 en un puesto de libros de Madrid, informa Eugènia Serra, directora de la institución. Agentes especiales del Departamento de Seguridad Nacional estadounidense recibieron un chivatazo en el 2011. «Nos dijeron que varias cartas de Colón habían sido robadas de diversas bibliotecas europeas y reemplazadas con copias falsas», explicó a los periodistas el fiscal del caso, Jamie McCall. «Y que las bibliotecas ni siquiera eran conscientes del cambiazo». Como mínimo desaparecieron tres originales: uno en Barcelona, otro en Florencia y un tercero en el Vaticano.

En efecto, la Biblioteca de Cataluña no se había enterado del robo. O cambiazo, más exactamente. «El estuche, que es moderno, no fue robado, y las cuatro hojas sustraídas fueron cambiadas por una copia que a primera vista no despertaba sospechas», comenta Serra. Lo único seguro es que el documento fue robado después de que se digitalizara en el 2004.

La pista del 2011 puso en marcha las pesquisas. El agente especial Mark Olexa viajó a la Biblioteca de Cataluña en el 2012 acompañado de un experto de Princeton en libros incunables para comprobar si efectivamente el ejemplar de su colección era una copia. No tardaron en despejar las dudas.

«La clave fue que la biblioteca había digitalizado la carta original. Sin ella, nuestro experto habría tenido dificultades para distinguirla de la falsificación», explicó el fiscal McCall. Los investigadores creen que el delito se cometió entre el 2004, después de que el original se digitalizara, y noviembre del 2005, cuando apareció por primera vez en EEUU.

Y es que según consta en uno de los sumarios del caso, un librero de viejo llevó la carta al mismo experto de Princeton utilizado más tarde por las autoridades para que certificara su autenticidad. Y así lo hizo.

Un examen que repitió en el 2009 cuando un segundo tratante de incunables recurrió a sus servicios con el mismo documento. No se sabe bien qué pasó entre medio, pero la pista reapareció años después. Un testigo de la investigación declaró que la carta de Colón fue vendida entre el 2010 y el 2011 en una librería de París por una cifra cercana a los 600.000 euros. Y más tarde, en Brasil, por 900.000 dólares. Solo falta saber quién la robó. «Cuando te encuentras con robos y falsificaciones en bibliotecas de España, Italia y el Vaticano, te das cuenta de que tienes enfrente a un grupo sofisticado», dijo el agente especial que resolvió el caso, Mark Olexa.

Serra, por su parte, defiende las medidas de seguridad de la Biblioteca de Cataluña. «No cambiamos nada tras conocer el robo, que fue un hecho puntual. Estos documentos se guardan en depósitos de acceso restringido y solo se pueden consultar en una sala especial tras haberlo solicitado», dice.

Bueno, sí cambió una cosa: se revisaron todos los incunables y... ¡uf! afortunadamente no faltaba ninguno.