La muerte ronda con rostros tan improbables como el de Chisako Kakehi: una septuagenaria enjuta, serena y canosa que aún con audífono rogaba ayer que elevara la voz al juez que la mandaría al patíbulo. La 'viuda negra' ha sido condenada por matar a su esposo, a dos novios e intentarlo con otro, según el tribunal.

La sentencia de muerte finiquita uno de los casos más impactantes para una sociedad que disfruta de un índice de criminalidad bajísimo. Más de 560 personas hicieron cola en la mañana de ayer para optar a las 51 sillas del tribunal de Kyoto.

La sentencia considera probado que la anciana envenenó a sus víctimas con cianuro para quedarse con sus herencias o cobrar los seguros de vida que les había hecho firmar como beneficiaria única. Los crímenes, cometidos entre el 2007 y el 2013, le reportaron mil millones de yenes (7,6 millones de euros). Kakehi se citó con decenas de hombres, casi siempre ancianos y enfermos, que conocía en las páginas de contactos. Sus requisitos eran abultadas cuentas bancarias y ausencia de hijos que pudieran entrometerse en cuestiones hereditarias. Sus víctimas tenían entre 71 y 75 años.

Las pruebas son irrefutables tras 135 días de proceso. Restos de cianuro fueron hallados en las autopsias de sus víctimas y en la basura de su domicilio en Kyoto. También ahí encontraron libros de medicina sobre drogas.

La defensa, pues, hubo de recurrir a la demencia que le había sido diagnosticada en un test psiquiátrico y que presuntamente le impide ahora entender su situación. El tribunal ha argumentado que no la sufría cuando cometió su último crimen. Su comportamiento tras ser detenida ha sido errático. Primero negó haber asesinado a su cuarto marido y pocos días después confesó haberlo matado porque había dado a otras mujeres decenas de millones de yenes y a ella “ni un penique”. “Aunque me ejecutéis mañana, moriré con una sonrisa”, añadió. Y finalmente dijo no recordar esas palabras.

Cianuro enmascarado con jarabes

“Fueron crímenes atroces guiados por la codicia. La sentencia de muerte es inevitable incluso después de considerar la demencia y otros factores”, ha aclarado el juez Ayako Nakagawa. Sus actos fueron “premeditados y despreciables”, continúa la sentencia, que desvela que ofrecía el cianuro disfrazado de jarabes. La defensa ha comunicado que apelará.

Las sospechas surgieron después de que su último marido muriera en su domicilio de Kyoto apenas un mes después de la boda. La investigación la vinculó después a casos en las prefecturas de Hioki y Osaka.

La prensa local ha explicado que Kakehi se casó por primera vez a los 24 años y abrió una imprenta que quebró en 1994 tras morir su marido. Las deudas la ahogaron, su casa fue subastada y hubo de pedir préstamos a sus vecinos. Tampoco la criminal vorágine de novios solventó sus problemas económicos. El fracaso de sus inversiones financieras la forzaba a regresar una y otra vez a las páginas de contactos.

Su arresto generó críticas a la policía por no haberla investigado antes a pesar de que todas sus parejas insistían en morirse poco después de conocerla. Ni siquiera se procedió a la autopsia de todas las víctimas. Esas críticas suenan ventajistas: quién iba a pensar que aquella inocua anciana escondía a una viuda negra.