Mucho antes de que los fenicios y los griegos expandieran la cultura de la vid y el vino por todo el Mediterráneo, la cerveza sació la sed del agricultor neolítico, celebró victorias, honró a las visitas y acompañó a los muertos en el más allá. El líquido se esfumó para siempre, pero los sedimentos que quedaron en el fondo de tinajas, algunas bellamente talladas, han permitido reconstruir una historia milenaria.

Hace 5.000 años, una pequeña comunidad agraria y ganadera vivió en la actual Begues, en Barcelona. No fue particularmente importante ni en tamaño ni en población, pero sí tuvo una cierta actividad artesana, como demuestran las excavaciones que desde hace 20 años desarrolla el equipo de Pepa Villalba, de la Universidad de Barcelona (UB). En el yacimiento de Can Sadurní, los arqueólogos han localizado una especie de silos de cebada, molinos y un recipiente cerámico de gran tamaño (50 litros) con restos de cerveza. "Es sorprendente. Creemos que en Can Sadurní no sólo se consumió cerveza hace cinco milenios --son los restos más antiguos localizados hasta ahora en Europa--, sino que posiblemente fue una auténtica factoría", explica el profesor Jordi Juan Tresserras, del Programa de Arqueología de los Alimentos de la misma universidad.

El hallazgo se ha presentado esta semana en Barcelona durante en un congreso sobre historia de la cerveza celebrado en homenaje al profesor José Luis Maya, muerto recientemente e impulsor de esta disciplina arqueológica. Los participantes, procedentes de una docena de países, han debatido sobre el origen de la bebida, los tipos prehistóricos de elaboración y el papel de la cerveza en las diferentes culturas y religiones.

SORIA, HASTA AHORA La cerveza más antigua localizada hasta ahora en Europa procedía del valle de Ambrona, en Soria, donde se hallaron restos junto a ajuares funerarios de hace 4.500 años. En cualquier caso, la cerveza debió de ser una bebida muy popular entre los pueblos iberos y preiberos, como confirman más de 20 yacimientos repartidos por varias provincias, desde Toledo a Tarragona o Teruel. "El vino, en cambio, no llegó a la península hasta el siglo VIII antes de Cristo", añade Juan Treserras.

El mismo equipo de la UB localizó con anterioridad restos de sedimentos de cerveza bien conservados del año 1.200 antes de Cristo en Genó (Lérida) que permitieron reconstruir y embotellar simbólicamente una cerveza prehistórica. Los investigadores repitieron ayer la experiencia con una cena festiva: se sirvió cerveza ibera acompañada de aperitivos de la misma época.

La reconstrucción ha permitido descifrar las características de las cervezas neolíticas: se elaboraban con cebada (o trigo) y, por regla general, tenían mucha espuma, poco gas y alta graduación alcohólica (entre 8º y 10º, aunque no se consumían diluidas). Se parecían más a las actuales ale que a las tan habituales pilsen , explica Juan Tresserras. Se cree que eran rubias, aunque el color sigue siendo un misterio porque el proceso de tueste no deja restos, "y a menudo se elaboraban con miel", añade el profesor.

Comparado con nuestras cervezas, una de las características de las bebidas iberas y preiberas es que no utilizaban el lúpulo como fermentador, sino la artemisa, planta que además funcionaba como conservante. Para elaborar el mágico caldo, era necesario además unas grandes tinajas y un poco de arte. "Es más fácil fabricar vino que cerveza, puesto que la pulpa ya lleva sus propios fermentadores", precisa Tresserras.

Salvo en Grecia y el sur de Italia, la cerveza fue durante varios milenios la bebida más popular de Europa. La variante más antigua localizada hasta ahora procede de Africa. Tras una época de cierto ocaso, la cerveza resurgió en Europa con los monasterios medievales o abadías.