Casi nueve de cada diez no se sienten excluidos por su discapacidad". Frente a esta conclusión ofrecida recientemente por una encuesta del INE y el Ministerio de Sanidad, los discapacitados reconocen avances pero apuntan un rosario de exclusiones o dificultades para realizar sus actividades cotidianas. A la cabeza de las formas de discriminación indirecta figura la difícil accesibilidad a sus viviendas, los medios audiovisuales e internet, así como el escaso desarrollo de los servicios previstos en la ley de dependencia.

Hace cuatro años fue noticia que una piscina denegó la entrada a una persona con discapacidad intelectual, mientras hace 20 años lo era que le dejaran entrar. Paulino Azúa, presidente de FEAPS, confederación que asocia a los discapacitados, ilustra con esta anécdota el avance que han experimentado. "La tecnología nos ha provisto de un avance tan impensable como leer un escrito y la sociedad nos ve como personas capaces de estudiar, trabajar y pagar impuestos", añade Xavi Grau, director general de servicios sociales de la ONCE.

ÍNDICE DE PARO Sin embargo, aún apenas un 28,3% del colectivo trabaja. "El índice de paro es más de tres veces superior al resto de la población", denuncian Azúa y Mario García, de la Confederación de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (COCEMFE). También citan el escaso desarrollo de la ley de la dependencia y que se haya primado las prestaciones económicas, también escasas, sobre el desarrollo de servicios. Esta deficiencia es especialmente palpable en la coeducación escolar con niños que no tienen discapacidad, ya que se detectan carencias de profesores de apoyo.

"Estamos prisioneros en nuestras casas". Tras esta denuncia rotunda de Mario García se asienta otra de las grandes exclusiones: las dificultades de acceso a las viviendas por falta de rampas y ascensores. El colectivo ha pedido que se modifique la ley para que las obras puedan superar el coste de tres mensualidades. "Si hay que hacer la obra, cueste lo que cueste, que se haga", reivindica COCEMFE.

La tecnología es una especie de arma de doble filo para las personas con discapacidad visual. Grau destaca la barrera y el distanciamiento de muchas pantallas, cajeros de bancos, aparatos que sustituyen en su labor a personas, páginas webs o incluso la TDT, inaccesibles porque no se ha tenido en cuenta su discapacidad a la hora de diseñarlas.

El director general de servicios sociales de la ONCE pone un ejemplo: "no puedo comprar comida en un supermercado ni encargarla por internet porque su web no me resulta accesible". Para Pilar Villarino, directora ejecutiva del Comité de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), la discriminación se hace más patente si los discapacitados son mujeres, inmigrantes o gitanos.