En el Servicio de Control de Mosquitos de Sant Boi de Llobregat (Barcelona) hay una sala sin ventanas, a temperatura constante, donde cientos de mosquitos se agitan en jaulas selladas con tela mosquitera. El olor es demasiado intenso, casi desagradable.

Afuera, en el pasillo que da acceso al laboratorio, un enorme cartel muestra la media docena de variedades de mosquitos que transmiten la malaria y el mapa de países afectados. Los mosquitos parecen idénticos, pero no lo son. Para Carlos Aranda, biólogo del servicio, las diferencias son abismales, saltan a la vista --la suya, claro--. "Fíjate en las alas, las patas, las antenas, el abdomen...", dice.

Aranda, de 43 años (21 de ellos estudiando los mosquitos), fue el entomólogo que capturó hace unos días en Sant Cugat del Vall¨s (Barcelona) el primer mosquito tigre de España. La misión tiene su mérito. Varios centros de investigación de prestigio, como el Instituto Carlos III, la Universidad de Zaragoza y la red de investigación de enfermedades víricas Evitar, habían editado carteles para pedir su busca y captura.

El mosquito tigre, también llamado Aedes albopictus por sus inconfundibles rayas blancas, ya había sido localizado en otros países del mundo como EEUU, Italia y Francia. Siempre viene de Asia y hasta ahora lo hacía en cargamentos de neumáticos viejos. Aunque fuera de su hábitat original no hay constancia de que transmita enfermedades, sí lo hace en el sureste asiático. Pero lo peor es que donde llega se queda. Y la población lo sufre. Las hembras atacan todo el día y de forma agresiva. Sus picadas provocan una importante y duradera hinchazón.

La confirmación de la existencia del Aedes albopictus se produjo después de que los médicos de un ambulatorio avisaran al Ayuntamiento de Sant Cugat de la gran cantidad de personas picadas que en agosto iban a urgencias. A través de la Diputación de Barcelona, se activó el único centro dedicado a la búsqueda y el control de los mosquitos de la provincia, el de Sant Boi.

"Por el tipo de picadas parecía que se trataba de la mosca negra (simúlido), que ya se había detectado en zonas próximas", explicó Aranda. Pero como los científicos deben comprobarlo todo, fue a hablar con las víctimas. Una mujer insistía en que en su jardín la picaban continuamente y no eran moscas negras, cuya mordedura es muy molesta, sino un pequeñísimo mosquito.

Aranda rastreó el jardín y encontró uno, que se escurría cuando estaba a punto de ser absorbido por un aspirador de insectos. Pero al final cayó. En su laboratorio, confirmó que tenía el primer mosquito tigre capturado en España. "Después pusimos trampas y encontramos tanto moscas negras como más mosquitos tigre", añadió.

Luego encontró unos chopos cortados en un parque que tenían larvas de mosquito tigre, que tardan unos 10 días en generar un nuevo ejemplar que, si es hembra, se nutrirá de sangre humana para poner un centenar de huevos por puesta. El ciclo no se para, sólo descansa en invierno, cuando las larvas hibernan.

Su compañero Roger Eritja, que dirige la investigación sobre el mosquito tigre, y el también biólogo del Instituto Carlos III David Roiz, becado para estudiar esta especie, ya trabajan con el Ayuntamiento de Sant Cugat. Tratan de diagnosticar la plaga y aclarar cómo llegó. Lo más difícil, por no decir imposible, será eliminarla.