Más del 10% de las familias españolas no puede pagar servicios como la calefacción en invierno, el aire acondicionado en verano, el agua caliente o la luz. Bien porque no tienen dinero, bien porque poseen un equipamiento defectuoso. La catedrática de la Universidad de Oxford Brenda Boardman acuñó en los 90 el concepto pobreza energética, que hace referencia a quienes no pueden pagar los servicios energéticos básicos. Boardman participó el jueves pasado en el seminario Eficiencia energética, renovables y protagonismo del consumidor, organizado en Barcelona por la Fundación Gas Natural Fenosa y la Comisaría de Energía y Clima de la Comisión Europea (CE).

-¿La pobreza energética va siempre unida a la pobreza a secas?

-Es distinto. En el caso de la pobreza, la persona no tiene dinero. Por tanto, hay que darle prestaciones para que pague las facturas. Pero es un problema de renta. En el caso de la pobreza energética, es el equipamiento lo que plantea problemas, es decir, a la persona hay que cambiarle la caldera o facilitarle un mejor aislamiento de su casa. En este caso, es un problema de gastos de inversión.

-¿Es esta la pobreza del siglo XXI?

-La pobreza energética existe desde hace mucho tiempo. En el Reino Unido la reconocimos en 1976, pero ha hecho falta mucho para concienciar a más países. Me complace ver cómo España, debido a la presión que ejerce Bruselas, también ahora es sensible con el problema.

-¿Cómo afecta a la salud?

-Física y mentalmente. Por ejemplo, si uno tiene frío, corre más riesgo de sufrir ataques cardíacos. Si respira un aire húmedo, su enfermedad respiratoria puede ir a peor. No poder pagar las facturas genera también estrés y angustia. El miedo a las deudas puede agravar las enfermedades.

-El año pasado en Reus (Tarragona), una anciana a la que dos meses antes habían cortado la luz falleció porque una vela prendió fuego en su casa. ¿Cómo identificar estos casos?

-La distribuidora tiene que ayudar a quienes sufren pobreza energética. Yo estoy en contra de que se corte la luz. Pero hay otros medios para hacer frente a las deudas energéticas. Por ejemplo, el sistema de prepago, que existe en el Reino Unido. Funciona igual que una SIM de un teléfono móvil. Algo así se puede hacer con la luz y el gas, y ello ayudaría a que no se agrandaran las deudas con las empresas. También se requieren políticas desde el Gobierno central, que debería ayudar a la gente a cambiar los equipamientos o mejorar el aislamiento de sus casas, por ejemplo.

-Explique un poco más cómo funciona este método de prepago.

-Es evidente que, si alguien tiene una renta muy baja, necesitará ayuda para no caer en la pobreza energética. Con una tarjeta de prepago, tú puedes poner en ella 20 euros, por ejemplo, y con esto, a través de un contador inteligente, sabes que tienes electricidad para una semana. Cuando ves que vas gastando lo que tienes en tu tarjeta, tendrás que ir apagando algunas luces en casa o dejar de ver la tele. En fin, hay que aprender a gestionarlo, pero a través del prepago al menos no contraes más deudas.

-¿Y esto evitaría los cortes de luz?

-A veces, aún con tarjetas de prepago, la gente sigue usando más energía de la que toca y, al final de la semana, ve que ha gastado lo que tenía en la tarjeta. En estos casos, sí, se autocortan la luz porque no tienen más dinero. Es cruel pero, aun así, es mejor porque de este modo aprenden a gestionar su presupuesto energético. Volvamos al caso de la mujer de Reus. Era una pensionista, sabía que jamás tendría una renta mayor y que, por tanto, nunca devolvería esa deuda. Es importante aprender a gestionar el presupuesto energético.

-Ejemplifique cómo la eficiencia energética mejora la economía de un país.

-Si las casas son eficientes, desde el punto de vista energético, habrá menos importación de combustibles fósiles. No será necesario que construir tantas centrales [nucleares], será más fácil alcanzar los objetivos del cambio climático... Posiblemente también habrá menos gasto sanitario, lo que beneficiará a la economía del país.