Dirige una institución que el próximo año cumplirá cuatro décadas tratando con las personas que llegan a España en busca de refugio. Lo hace en los despachos y, sobre todo, en los albergues y en los centros de acogida. En ese estrato del fenómeno, que este verano ha generado incendiarias portadas de prensa y alarmantes declaraciones políticas, el asunto migratorio se observa de otra forma. Donde otros solo ven cifras, Estrella Galán muestra causas, explica contextos y plantea soluciones.

-¿Qué ha pasado este verano?

-Nos engañaríamos si nos limitáramos a ver lo que ha ocurrido en las costas españolas sin mirar al continente. Es cierto que ha habido un aumento en la llegada de personas a nuestro país pero está asociado, únicamente, al cambio que han experimentado las rutas migratorias en el norte de África. El dato que hay que observar es que en el 2015 llegaron a Europa más de un millón de migrantes, en el 2016 se redujo a 362.000 personas; en el 2017 bajó a 172.000 y este año a 71.400. Están bajando las llegadas.

-Pero en España han subido.

-Lógico, las rutas van cambiando en función de las posibilidades de acceso que encuentran. En el 2015, la principal vía de entrada a Europa era Grecia, pero la taponó el acuerdo que la UE alcanzó con Turquía, que nosotros denunciamos por ilegal e inmoral al tratarse de un país que no respeta los derechos humanos. Cuando las rutas se dirigieron a Libia, Europa volvió a negociar con un país fallido y violento en el que la vida de los subsaharianos no tiene ningún valor. Actuar así no soluciona el problema, lo traslada. Esto es como el agua, si taponas su salida por un lado, sale por otro. La gente va a seguir llegando, porque viene huyendo.

-¿Cuándo se trasladó la ruta hasta España?

-El año pasado hubo un incremento del 170% en la llegada de migrantes desde el norte de África hasta las costas españolas. Fue en ese momento cuando detectamos que España se había convertido en la vía prioritaria para entrar en Europa en detrimento de Italia o Grecia. Este año se ha confirmado.

-Está hablando del 2017, pero en las últimas semanas hemos oído a líderes políticos y tertulianos afirmar que los migrantes de este verano llegan por el efecto llamada que causó la acogida del ‘Aquarius’.

-Hablar de efecto llamada es perverso, falso e irresponsable. Y lo saben. Saben que los migrantes tardan años, insisto, años, en hacer esas rutas. Es absurdo pensar que una persona que ha llegado a la costa libia desde el corazón de África y se la ha encontrado cerrada va a coger un avión para volar a Marruecos y cruzar a España siguiendo una noticia.

-¿Cómo lo hacen, entonces?

-A pie, ¿cómo si no? Y resulta que las fronteras de Libia están ahora mismo selladas, así que no pueden hacer ese viaje ni en una semana ni en un mes. Afirmar que las embarcaciones que hemos visto llegar a España este verano han venido por el Aquarius es sostener una mentira que solo sirve para poner en juego nuestra convivencia y alentar los falsos argumentos de la ultraderecha que tan peligrosamente han arraigado en Centroeuropa.

-¿La inmigración se ha convertido en un arma política?

-Sin duda. Me parece sorprendente que el PP esté haciendo oposición con este asunto cuando el año pasado, mientras gobernaban, las llegadas de migrantes a España por vías ilegales crecieron un 170%. Y ni ellos hicieron nada ni nadie hizo oposición.

-Este verano, por las redes sociales, incluso por los chats de Whatsapp, hemos visto circular vídeos que daban una visión alarmista de la inmigración. Pablo Casado habló de «millones de africanos» esperando para saltar a España y Cs asoció el ‘top manta’ a la inseguridad. ¿Qué opina?

-Hago un llamamiento a la responsabilidad, porque nos jugamos mucho. Estamos a tiempo de evitar que en nuestro país se produzcan los brotes xenófobos y las reacciones violentas que hemos visto en otros países europeos. Los líderes políticos son los máximos responsables. Deben evitar los discursos del miedo basados en datos falsos e injustos que solo buscan obtener rentabilidad política asustando a la gente.

-¿Veremos un Salvini en España?

-No quiero imaginarlo.

-Salvini no dio un golpe de Estado, llegó por las urnas. ¿Qué ha pasado en Italia?

-Algo de lo que somos responsables todos los europeos, incluidos los españoles. Durante el 2016 y el 2017, Italia recibió una enorme cantidad de migrantes y pidió ayuda a Europa porque su dispositivo de salvamento era insuficiente, pero la respuesta fue negativa. Luego se puso en marcha un plan de reubicación, pero los países de la UE lo incumplimos. La población italiana se sintió abandonada por Europa y Salvini atrajo ese malestar con un discurso populista. Lo de Italia ha sido una lección que debería hacernos reflexionar.

-¿Lo estamos haciendo?

-No oigo voces críticas, Europa sigue instalada en dar respuestas cortoplacistas y poner parches, pero así solo lograremos trasladar el problema, no solucionarlo. Continuamos poniendo el foco en la seguridad, el control de las fronteras y el cierre de rutas, pero no nos paramos a analizar las causas de los movimientos migratorios.

-¿Cómo lo está gesionando el actual Gobierno español?

-Su llegada provocó un importante cambio en positivo. Para ordenar las llegadas, puso en marcha centros de atención y acogida que llevábamos años reclamándole al Gobierno del Partido Popular, y la decisión de acoger al Aquarius lanzó a Europa el mensaje de que este problema se puede afrontar de otra manera. Pero también ha tomado decisiones que nos inquietan.

-¿Cuáles?

-No entendemos que mantenga el recurso que interpuso el anterior Gobierno contra la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que condenó a España por las devoluciones en caliente, aunque Sánchez dijo que estaba en contra. Tampoco que haya aplicado un viejo acuerdo bilateral con Marruecos para devolver a las 116 personas que saltaron la valla de Ceuta.

-El Gobierno dice que no va a consentir entradas violentas.

-La solución no puede ser activar procedimientos acelerados de entrega que impiden identificar a personas que podrían estar en situación vulnerable y devolverlas al norte de Marruecos, donde son hostigadas a diario y malviven en condiciones infrahumanas. Estos gestos nos preocupan. Esperemos que sean puntuales y no una estrategia estable.

-¿A qué achaca este cambio de rumbo?

-Europa está apretando a España para que aplique medidas de control férreo. Aceptarlas supone una enmienda al discurso que planteaba Sánchez, que ponía el foco en las personas y el cumplimiento de los acuerdos internacionales. Es su responsabilidad elegir un modelo u otro.

-¿Qué hacer, no combatir las entradas ilegales?

-El problema es que a esas personas no se les ofrece ninguna forma legal. No hay política de visados, nuestras embajadas y consulados no tramitan solicitudes de asilo, aunque la ley lo contempla. Si no ponemos en marcha mecanismos para que la gente migre de forma legal y ordenada, lo hará como buenamente pueda. Estamos ayudando a las mafias a hacer su agosto. Ojalá aprendiéramos de experiencias como la canadiense, que cada año calcula la población extranjera que necesita y ofrece visados para atraer legalmente mano de obra y refugiados. Este año, acogerá a 300.000 personas.

-La frontera canadiense no es la española. Las vallas de Ceuta y Melilla soportan la mayor diferencia de renta de todo el planeta.

-Por eso, seguiremos arrastrando este problema si no atendemos a las causas. África es un continente expoliado. Cuando no hay recursos y los conflictos armados, muchas veces alimentados por países del primer mundo, hacen la vida imposible, las personas tienen que huir.