Crees que Sexo en Nueva York o 50 sombras de Grey han contribuido a la liberación de la sexualidad femenina? Meritxell Esquirol, analista experta en feminismos y comunicación, lo niega y argumenta: «¿Acaso el empoderamiento de la mujer debe venir de mostrarnos sexualmente activas, cuando esto se hace desde un imaginario históricamente masculinizado? Estamos confundiendo libertad sexual con pornograficación». La cosificación, el sentimiento de sometimiento y la búsqueda del príncipe azul, como veremos más adelante, siguen perpetuándose en una cultura audiovisual que sigue arrastrando la herencia machista.

Peor aún: gran parte de la oferta destinada a adolescentes y jóvenes está más hipersexualizada que nunca, y se han normalizado los principios de la industria del porno, aseguran algunas de las expertas consultadas. Aquí nos centraremos en el papel de las series, la ficción de moda. ¿Son un escaparate para la igualdad y contra la violencia de género?

La tendencia dominante, en la industria audiovisual en general, sigue los patrones de siempre: la libre elección gira en torno a los deseos masculinos, el empoderamiento femenino solo es posible a través de la normativización física… Así lo constata el libro Guerras simbólicas, el papel del audiovisual en la lucha contra la violencia de género, en el que han participado investigadores de varias universidades españolas.

LA FEMINIDAD VENDE / Cambiar este chip milenario es un reto «supercomplicado», admite Esquirol, pero una brecha de esperanza se está abriendo en la ficción seriada con títulos que subvierten el clásico mensaje y apuntan al reconocimiento de las mujeres y sus deseos. Ahí están Orange is the new black, El cuento de la criada, The good wife, The good fight, Masters of sex, Borgen, Big little lies…

Esquirol aporta otra tendencia: la feminidad vende. «Estamos viviendo una eclosión de producciones con protagonistas femeninas, aprovechando el lugar que hoy ocupamos en esferas socioculturales que antes eran anecdóticas e impulsado por los movimientos feministas actuales». La mujer se ha posicionado como objeto de reclamo porque la industria lo identifica como target. «Está muy bien que se creen heroínas, pero otra cuestión es cómo es el discurso y si fomentan la igualdad».

Detalle curioso: España vive un boom de historias de mujeres del pasado (Velvet, Las chicas del cable, La otra mirada…). «¿A qué interés ideológico responde proponer una mirada nostálgica sobre la revolución sexual de las mujeres? Como si el sexismo fuera cosa de antes y no de ahora», plantea Esquirol.

Según la investigadora, el poso machista subyace hasta en productos como Sexo en Nueva York, vendido como ejemplo de modernización. «Está bien que hable del sexo en alto, pero el mensaje de fondo es que esas mujeres liberadas, autónomas y con dinero están incompletas sin un príncipe azul».

María Isabel Menéndez, experta en el análisis de los medios de masas y profesora de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Burgos, corrobora que aunque la mayoría de los modelos de relaciones afectivas son negativos y perpetúan la desigualdad y la violencia de género, están apareciendo series «rompedoras con discursos más complejos de género». Pero no van destinadas al público adolescente, sino a una audiencia más madura. «Hay productoras de 40 o 50 años que están aportando nuevas miradas, pero es preciso que la industria se atreva a romper los moldes en los productos juveniles, que siguen siendo: chicas guapas y amor romántico». Frente a la normalizada dictadura de la imagen, agrega, se deben construir personajes más libres y realistas.

LESBIANISMO MORBO-CHIC / Menéndez apunta otra tendencia en la ficción: el lesbianismo. «Está apareciendo como algo obligatorio, no normalizado como en los personajes heterosexuales. Es un morbo-chic que no rompe los esquemas de género. También hay mucho lesbianismo de pose en los youtubers». María José Masanet, profesora e investigadora de la Universidad Pompeu Fabra y experta en series para adolescentes y jóvenes, confirma que los estereotipos para este público perviven, pero a su juicio «se entremezclan con una mayor diversidad de representaciones: perfiles más complejos, nuevas sexualidades y masculinidades». Ahora el panorama es más poliédrico, resume. Asegura Masanet que los clichés, como «la erótica del malote», se repiten porque funcionan y están aceptados; lo difícil es salirse del carril. «Vemos a la chica responsable con el chico malo, rebelde, celoso, sin empatía... Una revisión constante de la bella y la bestia, con la lucha de la joven por transformar la bestia en príncipe azul». El amor romántico, apostilla, es un recurso que funciona muy bien como «excusa para nublar violencias».

También el investigador Francisco A. Zurian, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, constata, en general, una evolución en los personajes de la ficción, tanto los femeninos como los masculinos. «Son mucho más ricos desde el punto de vista de género. Los clichés de la madre y esposa abnegada, la femme fatale o la casquivana están dejando paso a perfiles más amplios y con más grises, y con un mayor peso en la narrativa».

El experto distingue entre los productos generalistas en abierto, donde se mantienen ciertos estereotipos, como en las series de sobremesa destinadas a un público femenino y maduro, y la ficción que se sigue en otras plataformas como móviles y ordenadores. «Los espectadores ahora son muy activos y buscan papeles y tramas más sofisticados. Hay una demanda muy cualificada».

SIN NOVEDAD / Nada nuevo bajo el sol, replica Ángeles González-Sinde, guionista y directora, para quien la ficción «va bastante más atrasada que la realidad». «Ahora hay más doctoras y abogadas, pero eso no pasa en la pantalla, donde se siguen reforzando los roles tradicionales», afirma recordando emblemáticos títulos de los 70, 80 y 90 que pretendían contrarrestar la masculinidad hegemónica: La chica de la tele, Murphy Brown, Cagney y Lacey o Roseanne. «Hoy tampoco se refleja la diversidad, que está muy estereotipada. Si yo fuera marroquí o latina no me gustarían nada los roles con que me representan».

La ventaja de las series frente a la publicidad, dice la psicóloga Amalia Gordóvil, es que «nos pueden mostrar al personaje más allá de su imagen, pudiendo acceder a su mundo emocional y al entorno social y familiar».