La fatalidad hizo que Abel encontrara la muerte de forma trágica en manos de un alumno de 13 años el mismo día que acababa su sustitución como profesor interino de Ciencias Sociales. El niño le clavó un puñal en el pecho cuando acudió a socorrer a una compañera que acababa de ser agredida en una clase contigua. Abel Martínez Oliva, de 35 años y natural de Lérida, trabajaba como sustituto de maestro desde el curso 2008-2009. Desde entonces iba encadenando sustituciones en diferentes centros educativos, tanto de primaria como de secundaria. Incluso dio clases a domicilio a estudiantes que estaban enfermos. A Abel le gustaba tanto su profesión que no le importaba aceptar un trabajo por muy lejos que estuviera de su domicilio o por poco tiempo que durara.

Este año había tenido poca suerte en los nombramientos realizados por el Departamento de Educación. El pasado lunes, tras tres meses sin dar clases, se incorporó al Joan Fuster para sustituir una semana a una profesora de baja por enfermedad. El último día de trabajo acabó de la forma más trágica posible a manos de un alumno del centro. Abel estaba dando clases de historia cuando oyó un gran alboroto en la clase de al lado y al salir al pasillo para comprobar a qué se debían los gritos fue apuñalado por M. en el tórax.

EL PODER DE LA PALABRA

Otro profesor del centro es David Jurado Fernández. Es el profesor de Educación Física que logró --con palabras-- desarmar y reducir al niño que podría haber causado una masacre. David recuerda que los alumnos decían "'lleva un cuchillo. Está loco. Nos quiere matar a todos'. Entonces lo vi pasar con un cuchillo en la mano", recuerda. Le reconoció con la chaqueta militar que usaba casi a diario. No se lo pensó. "Regresé escaleras abajo hasta el gimnasio y agarré un palo. Los alumnos me dijeron que había subido al segundo piso. Corrí hacía allí". "Descubrí que en mitad del pasillo había un cuerpo tendido boca abajo". David quiso acercarse hasta el cuerpo. No se movía. Pero entonces descubrió a su alumno justo en el aula que estaba enfrente. Y entró. El chaval estaba de pie junto a la mesa del profesor con un cuchillo, un pequeño pico y una ballesta, una mochila y manipulando una botella vacía de cerveza con la que estaba preparando un cóctel molotov.

Con mucha calma entró. A una distancia prudente, David se dirigió al joven por su nombre. El niño todavía deliraba y repetía en voz alta sus objetivos. "Lo que dijo en ese momento lo he declarado a los Mossos. Se trata de un menor. Y no lo voy a repetir", advierte. El profesor ya había soltado el palo. "Le hice ver con mucha tranquilidad que estaba haciendo muchísimo daño a más gente de la que él sospechaba". Entonces le volvió a pedir que se alejara de las armas, que se las entregara. Se acercó poco a poco hasta él. "Entonces se derrumbó, lo abracé y empezó a llorar como el niño que es".