"La intimidad va a quedarse a este paso en un ámbito estrictamente espiritual porque con las tecnologías de tracking cada vez se recogen más datos que confeccionan un data double, un doble tuyo con todos los datos que tienen de ti". Son palabras de un experto en la materia. José Luis de Vicente, comisario de la exposición Big Bang Data que hasta el 26 de octubre puede visitarse en el CCCB de Barcelona. Y esa recogida de datos no se hace solo con las cookies, sino también con reconocimiento de imagen, de voz, con sensores que trazan nuestra actividad a través de los nuevos wearables --dispositivos que se llevan puestos-- como relojes, pulseras o ropa, y que se conectan a internet pero también captan información constantemente. O con chips como el NFC que figuran en tarjetas bancarias o de servicios --como el de alquiler de bicicletas públicas o el acceso a un recinto-- y que sirven para identificar al usuario.

También contribuyen aparatos de la electrónica doméstica tradicional como los televisores o las cámaras digitales, o incluso los electrodomésticos conectados a internet, pese a su escaso éxito. La mayoría de cámaras digitales incorporan ya conexión al menos wifi (y las más sofisticadas 4G) para enviar fotos directamente a redes sociales o servicios de almacenamiento de imágenes como Flickr o generales como Dropbox. Y los televisores, dotados de las cada vez más populares smart TV, trazan perfiles de usuario a partir de la información que recopilan con el uso de apps integradas que ofrecen servicios de internet.

Todo es analizado y procesado. Los llamados data brokers se encargan de ello. Son empresas que utilizando big data (millones de datos obtenidos de forma cada vez más discriminada) analizan comportamientos y tendencias, y que venden esa información a empresas de publicidad y análisis de riesgos.

"Las nuevas ágoras han cambiado las normas que existían sobre la esfera pública y la esfera íntima, básicamente porque usamos los mismos canales para lo público y lo privado. Y no siempre los dominamos porque muchas veces no los entendemos, ya que parten de programas muy complejos. Una persona que cuelga un comentario en Facebook no puede saber en el fondo si eso se va a quedar en el grupo de amigos o va a llegar más lejos, porque solo que uno le dé al Me gusta, ya aparece en muros de cientos de personas que no conoces", añade De Vicente.

Y como usuarios, por efecto de las modas, contribuimos. "Cada vez abrimos más la puerta de nuestro espacio privado. Tenemos más necesidad de hacer espectáculo de nuestra intimidad. Ya no somos sujetos pasivos sino los actores del espectáculo. Un joven de fiesta busca un determinado tipo de foto, determinadas poses... La imagen se intenta que sea lo más cool posible. Una fiesta particular ya no se queda en una casa, sino que se convierte en una abertura hacia el mundo", comenta Enric Puig Punyet, escritor y coorganizador del Enter Fórum, una serie de debates celebrados el pasado junio sobre internet y la privacidad.

La moda del selfie --el 59% de los internautas españoles han usado este método de fotos, según el programa de mensajería instantánea Line-- entra en estas categorías. La cámara delantera del móvil, pensada por los fabricantes para hacer videoconferencias, ha propiciado las autofotos en todo tipo de situaciones, desde la imagen de las vacaciones al recuerdo de experiencias inclusoa veces potencialmente peligrosas como tirarse en paracaídas, correr en los Sanfermines o conducir.

"Todo se ha vuelto más intrascendente y menos importante. Tomamos más fotos pero las miramos menos y les damos menos valor. Y las perdemos cuando cambiamos de móvil y parece que no importe. Incluso preferimos usar Whatsapp, que borra las conversaciones, antes que Facebook, que las guarda, porque es más inmediato", dice la investigadora de la Universitat Oberta Mireia Fernández Ardèvol.

Las fotos han pasado a ser la nueva mercancía gracias a las tecnologías de reconocimiento de imagen, que identifican los objetos que muestra la cámara o que aparecen en imágenes ya tomadas. Ahora se aplica para reconocer objetos planos como etiquetas (vinos, cedés, revistas...) o para caras y la mayoría de las grandes empresas tecnológicas (Google, Apple, Microsoft) trabajan para llevarlo a más dispositivos (como las gafas de realidad aumentada, como Google Glass o las Moverio de Epson).

Tampoco hay que ir a mecas tecnológicas como el Silicon Valley o a Israel. En España, la startup Catchoom tiene un software que analiza cuántas veces aparece un objeto en un vídeo. "Lo aplicamos, por ejemplo, en campañas que hacen marcas comerciales en las que piden que les envíen fotos o vídeos con un producto concreto. Nadie se mira todos los vídeos para comprobarlo, se automatiza", dice David Marimon, cofundador de la firma.

"La tecnología de reconocimiento de imágenes persigue ahora reconocer los objetos en 3D como edificios y estructuras. Eso será un gran salto", avanza Pere Roset, director de Alteroids Augmented Reality.

La aplicación comercial es clara: son más datos añadidos. Pinterest ha comprado una empresa de reconocimiento visual, Visual Graph, para analizar las fotos que suben los usuarios y ser capaz de recomendarles productos o anuncios.