Los móviles en el colegio son una pesadilla para los profesores y una fuente inagotable de problemas. Si suenan en el aula, alteran la clase, y en el recreo impiden que los chavales -cada vez más adictos a las pantallas- se relacionen con sus compañeros, por no hablar del riesgo de robo si se trata de aparatos caros, de ser víctima de acoso en las redes sociales o de dar demasiada información sobre su vida privada.

Como en otros países, en Francia el debate sobre la presencia de los smartphones en el ámbito escolar viene de lejos. Desde el 2011, las guarderías, los centros de primaria y los institutos prohíben los móviles en los lugares fijados por el reglamento interno de los establecimientos escolares.

Eso significa que corresponde a cada centro fijar las condiciones en las que están permitidos. En algunos se pueden usar para realizar búsquedas relacionadas con las tareas escolares, en otros solo en el recreo y en otros en ningún espacio del colegio.

Para unificar criterios y restringir al máximo el móvil, el presidente francés, Emmanuel Macron, quiere contar con una nueva disposición que modifique la ley actual y permita vetar el teléfono no solo en el aula sino en todo el recinto escolar.

A partir de septiembre, los alumnos franceses tendrán que olvidarse del móvil mientras estén en el instituto. El ministro francés de Educación, Jean-Michel Blanquer, ha anunciado este lunes en France Inter que el Gobierno presentará en las próximas semanas un texto legislativo para prohibir su uso en los centros de enseñanza secundaria a partir del inicio del próximo curso escolar.

“Los teléfonos móviles se prohibirán a partir de septiembre en los institutos. Habrá un artículo legislativo próximamente y el texto se examinará en las próximas semanas para que la prohibición sea efectiva cuando se inicie el próximo curso escolar”, ha explicado Jean-Michel Blanquer.

El Gobierno no ha decidido todavía el perímetro de la normativa pero Blanquer ha dado algunas pistas. Podría tratarse de una medida dura, que impediría al alumno llevar su móvil al instituto, y por lo tanto habilitaría al centro a confiscarle el aparato, o bien de algo menos drástico, que simplemente obligaría al estudiante a guardar el teléfono en un bolsillo específico dentro de su mochila.

Blanquer había justificado la medida el pasado mes de septiembre con el argumento de que hay que proteger a los alumnos de la “dispersión” que provocan las pantallas y puso como ejemplo la pauta que sigue el propio Consejo de Ministros.

Todos los miembros del gabinete dejan sus móviles en un casillero antes de entrar en la reunión semanal presidida en el Elíseo por Emmanuel Macron. “Me parece que esto se puede hacer en cualquier grupo e incluso en una clase”, explicó Blanquer en una entrevista concedida al semanario ‘L’Express’.

Escepticismo de las asociaciones de padres

Sin embargo, hay quien tiene dudas sobre la posibilidad de aplicar realmente el veto a en las escuelas. La Federación de padres de alumnos de la enseñanza pública (Peep), una de las principales asociaciones francesas, es muy escéptica.

“Imaginemos un instituto de 600 alumnos. ¿Van a meter todos su móvil en una caja? ¿Y cómo haremos para guardarlos y devolvérselos cuando terminen las clases?”, se pregunta Gérard Pommier presidente de la Peep, que no ve el asunto prioritario, ni cree que se den las condiciones para poner en marcha esta medida porque ni hay espacio ni suficiente personal.

En Francia tienen móvil tres de cada cuatro niños de entre 11 y 14 años. A la mayoría, sus padres le compran su primer teléfono cuando llegan al instituto, aunque algunos lo tienen desde primaria.